Palabras de espiritualidad

¡Purifica mi mente, Santísima Madre del Señor y madre mía!

  • Foto: Constantin Comici

    Foto: Constantin Comici

La Madre del Señor no llevó solamente en su vientre a nuestro Señor Jesucristo, sino también en su corazón, y de ahí nunca salió Él.

En cierta parte del oficio de la Santa Unción, al hablar con la Madre del Señor, le decimos: «A ti, purísimo palacio del Rey Celestial, tú que eres muy exaltada, te ruego que purifiques mi mente, sucia por los pecados de toda clase que hay en ella, y hazla una bella morada para la Santísima Trinidad, para que pueda exaltar y glorificar tu poder y tu inconmensurable misericordia, siendo amparado, yo, tu indigno siervo». ¿De dónde partimos? De la conciencia de ser siervos indignos: “to, tu indigno siervo” deseo la salvación, y para esto, pido algo de ti, oh Madre del Señor, porque tú eres “purísimo palacio del Rey Celestial”. ¿Cuándo es ella ese “purísimo palacio del Rey Celestial”? Cuando llevó a nuestro Señor Jesucristo en su vientre.

Entendido. Pero, ¿se alejó nuestro Señor de Su Santísima Madre al nacer de ella, de manera que haya dejado de ser un “purísimo palacio del Rey Celestial”? Claro que lo siguió siendo. Incluso después de haber dado a luz, ella siguió siendo el “purísimo palacio” del Rey Celestial. ¿Por qué? Porque la Madre del Señor no llevó solamente en su vientre a nuestro Señor Jesucristo, sino también en su corazón, y de ahí nunca salió Él.

Una madre lo es para la eternidad, no temporalmente. A una madre jamás se le puede quitar su calidad de madre. Y no es madre solamente cuando lleva a su hijo en el vientre, sino para siempre, para la eternidad. Así es la Madre del Señor: es la Madre de nuestro Salvador, y si bien ya no lo lleva en su vientre, lo lleva en su corazón, y de ahí jamás ha salido Él. Por eso, sabiendo esto, le pedimos a ella que purifique nuestra mente: “purifica mi mente, sucia por los pecados de toda clase que hay en ella, y hazla una bella morada para la Santísima Trinidad”.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Maica Domnului – Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, 2003, pp. 71-72)