¿Qué actitud asumir ante el que se equivoca?
Sin sacrificio y solamente condenando, empujamos aún más abajo al hermano que ha errado.
Sucedió que una vez no me sentía muy convencido de haber adoptado la actitud correcta en determinada circunstancia, así que vine y se lo conté al anciano Porfirio:
—Padre, un domingo por la mañana, después de la Divina Liturgia, un hermano espiritual me convidó a venir a su casa. Trajo una parrilla al jardín y se dispuso a asar unos trozos de carne. Cuando yo me ocupaba en encender el fuego, el hijo de aquel amigo mío, un adolescente, que en aquel momento regaba las flores con una manguera, dirigió un chorro de agua a los carbones que yo acababa de encender. No sé si lo hizo por error, como broma o por algún agresivo espíritu de rebelión, no sé. Lo único que sé es que el hollín mezclado con agua terminó ensuciando mi traje. Luego de la sorpresa inicial, decidí no darle importancia al incidente. Me limpié tranquilamente la ropa y, sin decir palabra alguna, como si nada hubiera pasado, comencé a colocar otros carbones, mientras mis amigos reprendían al muchacho. Ahora me pregunto si procedí correctamente callando. ¿No tendría que haber regañado yo también al chico?
El padre me respondió:
—Al contrario, ¡actuaste como tenías que hacerlo! Cuando nuestro hermano se equivoca, nosotros debemos ampararle. El verdadero amor nos lleva a sacrificarnos por nuestro semejante, como lo hizo Cristo, Quien, aún clavado a la Cruz, le pidió al Padre Celestial que perdonara a quienes le habían crucificado, porque no sabían lo que hacían. Sin sacrificio y solamente condenando, empujamos aún más abajo al hermano que ha errado. En cambio, con la silenciosa ofrenda de nuestro amor, y por medio de nuestra oración secreta, le ayudamos a despertar su conciencia, misma que, aclarándose, le acusará sola, y así el hermano terminará arrepintiéndose y enmendándose. Créeme, con tu silencio ayudaste mucho a aquel chico.
(Traducido de: Părintele Porfirie, Antologie de sfaturi şi îndrumări, Editura Bunavestire, Bacău, pp. 222-223)