Nuestro Señor Jesucristo, el Salvador del mundo, estableció tres formas, tres caminos para que los cristianos pudieran alcanzar la salvación. El matrimonio, es decir, la vida de familia por medio del Sacramento del Matrimonio, que implica la procreación y la crianza de los hijos. Después, el monacato, que significa renunciar a la vida de familia y entrar a la vida monástica, para seguir solamente a Cristo, tal como lo hicieran los Santos Apóstoles y muchos más venerables padres. Este camino es muy conocido en la Iglesia.

Y el tercer camino es el de la vida en celibato, que significa vivir en el mundo, pero sin casarse; eso sí, guardando una perfecta pureza y castidad, por amor a Dios y para servirle a Su Iglesia. Aquí podemos incluir los casos de algunos sacerdotes que no se casan, los de quienes prefieren vivir en castidad, los de las viudas devotas, y los de los cristianos ortodoxos misioneros. A esta forma de vida le llaman “monacato blanco”, y es muy conocida en el seno de la Iglesia de Cristo, siguiendo el modelo del Señor, el de la Santísima Virngen y el de los Santos Apóstoles.

Tres cosas son necesarias para conocer cuál es el camino a seguir: orar mucho a Dios, leer libros de formación ortodoxa y pedir el consejo del padre espiritual y el de otros sacerdotes experimentados.

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan, Călăuza ortodoxă în familie și în societate II, Editura Moldovei și Bucovinei, 1999, p. 15)