Me preguntas: “¿Qué camino he de seguir para llegar a Dios?”. ¡El de la humildad! ¿Cómo? Enfrentando con humildad las cargas de la vida, soportando con humildad las enfermedades enviadas por el Señor, esperando con humildad que el Señor nunca nos dejará, porque es nuestro inmediato Auxilio y Padre Celestial, por medio de la oración humilde y suplicante, para alejar la tristeza y la desesperanza, por medio de las cuales el enemigo de la salvación intenta llevarnos a la peor desolación, para apartarnos de la Gracia Divina y de la Misericordia de Dios.

(Traducido de: Filocalia de la Optina, vol II, Editura Egumenița, p. 266)