¿Qué camino hemos de seguir?
Lo mejor es llamar, al camino correcto, “camino santo”, y al otro, “camino profano”. Entonces, ¿por cuál de esos dos caminos preguntan las personas del mundo?
Hay muchos que dicen: “¡Queremos que nos digan cuál es el camino a seguir!” Pero, ¿a quién se dirigen?
Cuando dos viajeros caminan por primera vez por un sendero y se preguntan entre sí cuál es el camino correcto, nos parece que han perdido la razón. Algo así ocurre con los pueblos llamados “modernos”, esos pueblos que prefieren llamarse “modernos” antes que “cristianos”. Para ellos, el camino santo es un paseo, y este mundo, este santo santuario del Señor, es como una taberna para ebrios, para divertirse celebrando en lo que llaman “fiestas”, que en realidad no son sino un baile previo a la muerte.
¿Quién nos mostrará el camino? ¿De qué camino estamos hablando?
En la Biblia se presentan todos los caminos: el santo y el profano, el recto y el equivocado, el camino de la verdad y el de la mentira, el de la justicia y el de la injusticia, el de la luz y el de las tinieblas, el de la misericordia y el de la maldad, el camino de la salvación y el de la perdición, el camino de los hijos de Dios y el de los enemigos de Dios.
Lo mejor es llamar, al camino correcto, “camino santo”, y al otro, “camino profano”. Entonces, ¿por cuál de esos dos caminos preguntan las personas del mundo?
Si se refieren al camino santo, tiene que preguntárselo solamente al Señor, y Él se los mostrará. Pero si preguntan por el camino profano, entonces que se lo pregunten a sí mismos y a sus compañeros de viaje, que saben tan poco como ellos. Que les pregunten a los adivinos y a los hechiceros, que son los prosélitos de aquel que se apartó de Dios y permanece en la oscuridad profunda y eterna para engañar al mundo.
(Traducido de: Nicolae Velimirovici, Prin fereastra temniței, Editura Predania, București, 2009, pp. 66-67)
