Consejos para padres e hijos
Se ha creado un abismo entre padres e hijos Y, para que esa grieta desaparezca, es necesario que los padres desciendan al estado de sus hijos...
El mundo se ha convertido en un manicomio. Los niños pequeños se van a dormir casi de madrugada, cuando deberían acostarse al anochecer. Se les encierra en edificios de cemento y se les inserta desde muy chicos en el ritmo de vida de los mayores. ¿Qué pueden hacer los niños? ¿Qué pueden hacer también los padres? Hay chicos que me dicen: “Nuestros padres no nos entienden”. Vienen padres y me dicen: “Nuestros hijos no nos entienden”.
Se ha creado un abismo entre padres e hijos Y, para que esa grieta desaparezca, es necesario que los padres desciendan al estado de sus hijos, y los hijos pasen al de los padres. Si hoy los hijos no aormentan a sus padres, sus propios hijos, ulteriormente, no lo harán con ellos. Pero, si hoy los hijos no obedecen y hacen sufrir a sus padres, sus propios hijos lo harán con ellos años más tarde, porque entrarán en acción las leyes espirituales.
Padre, algunos chicos dicen que es el amor de sus padres lo que les hace daño.
—No tienen razón. Cuando el hijo es generoso, no se ve “afectado” por el amor de sus padres. Si, por el contrario, explota el amor que le ofrecen sus progenitores, terminará destruyéndose a sí mismo. Si al hijo le afecta el amor de sus padres, es que hay un problema con él. ¡Cuando tendría que ser agradecido con Dios por tener los padres que tiene, por su amor, a él le molesta que sus padres sean amorosos, habiendo tantos chicos huérfanos! ¿Qué más se puede decir? Cuando el hijo no reconoce a sus padres como sus más grandes benefactores y no los ama —especialmente si son padres temerosos de Dios—, ¿cómo podría respetar y amar a Dios, su gran Benefactor y Padre de toda la humanidad, cosa que le resulta difícil de entender a su edad?
(Traducido de: Sfântul Cuvios Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovniceşti. Volumul I. Cu durere și dragoste pentru omul contemporan, Editura Evanghelismos, București, 2012, pp. 288-289)