Volver a empezar, una y otra vez
Volver a empezar. Esta es la ley de la vida espiritual. Considera cada día como el primero de una vida en el temor de Dios, olvidando todo lo demás, menos tus propios pecados, de los cuales debes arrepentirte sin cesar.
Mantén en tu alma el recuerdo de Dios y el de tu propia muerte... Conserva, también, el espíritu de la contrición, un corazón compungido y humilde... Sé humilde, aprende a amar el silencio y a no dejar pasar el tiempo en vano.
La lucha espiritual es una que lleva a vivir por siempre en una paz profunda con Dios, con nuestros semejantes y con nosotros mismos.
En cada una de tus debilidades espirituales busca la forma de enmendarte con tu oración al Señor, pidiéndole que te sane. Luego, haciendo uso de todos los medios que estén a tu alcance y con tu propio esfuerzo, espera la ayuda del Cielo y verás que el Señor te la enviará inmediatamente, haciéndote sanar.
El fruto final de la oración es la aparición del sentimiento de hallarte ante Dios, que no puede separarse nunca de la oración inceante. En este aspecto radica el vínculo vivo con Dios, objetivo de la vida espiritual.
Más allá de la exclusión de la auto-compasión, los más poderosos estimulantes espirituales son el sentimiento de la presencia de Dios y la permanente espera de la propia muerte.
Volver a empezar. Esta es la ley de la vida espiritual. Considera cada día como el primero de una vida en el temor de Dios, olvidando todo lo demás, menos tus propios pecados, de los cuales debes arrepentirte sin cesar.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înţelepte – viaţa duhovnicească, Editura Egumeniţa, p.249)