¿Qué debemos hacer cuando alguien nos reprende?
Volviéndonos hacia Dios con nuestras oraciones fervientes, tenemos que pedirle que sane nuestras carencias y debilidades, llenándolas con Su Gracia.
¿Tenemos permitido enfadarnos y deprimirnos cuando alguien nos reprende?
—Cuando alguien nos amoneste por alguna razón, no tenemos que enojarnos ni entristecernos, sino conservar la calma, siendo conscientes de nuestra insignificancia. Así, volviéndonos hacia Dios con nuestras oraciones fervientes, tenemos que pedirle que sane nuestras carencias y debilidades, llenándolas con Su Gracia.
Enfadarnos cuando somos reprendidos justificadamente, es igual a hacer una herida sobre otra herida o intentar apartar una pasión con otra pasión. Es cegarnos a nosotros mismos y rehusarnos a ver nuestras partes más oscuras: es morir voluntariamente. En tales casos, la depresión es una muestra de desequilibrio, porque el cristiano, con la ayuda de la Gracia, si quiere, puede cambiar para bien en cualquier momento. Por eso es que el Señor nos envía aquello que nos ayuda abrir los ojos del corazón, para poder ver la fealdad de nuestros actos y después poder purificarnos, no para volver a caer en la tristeza. La tristeza de este tipo es un pecado, porque es obra del maligno. Las amonestaciones de los demás tienen que despertar en nosotros el anhelo de estar con Dios, arrepintiéndonos de nuestras faltas, y no una serie de lamentaciones que provienen del mismísimo amor propio.
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Cum ne mântuiește Dumnezeu. Sfaturi de urmat pentru toată vremea, traducere din limba rusă de Corina-Alexandra Toader, Editura Sophia, București, 2012, pp. 50-51)