Que el miedo no sea un obstáculo para crecer
Algunas veces se demuestra que la piedra que cayó ante ti y te estuvo cerrando el paso, era solamente un peldaño para que pudieras llegar más alto. ¡Armémonos de valor y empecemos a subir! “¡Un nuevo día, una nueva oportunidad!”. ¡Esa debe ser nuestra consigna!
Si todo es distinto a cómo quisiéramos nosotros y si sentimos que nuestras fuerzas se acaban, tenemos que movernos con los dos remos que tenemos: el esfuerzo y la oración. En lo que respecta al primero, por lo general no hay objeciones, pero la segunda despierta en el hombre mundano la duda: “¿Para qué perder el tiempo?”. ¡Intentemos movernos con un solo remo! ¡Nuestra barca girará sin avanzar!
Asimismo, necesitamos el discernimiento, la capacidad de guardar la mesura y apreciarnos lúcidamente a nosotros mismos, a quienes nos rodean y a la situación creada.
Un ejemplo de esto es la siguiente parábola: Un asno cayó a un pozo. Viendo esto, su dueño decidió: “El pobre asno ya está viejo y no le queda mucho tiempo de vida. De todas formas, había pensado comprar otro y, encima, el pozo está seco. Desde hace mucho tiempo quería rellenarlo y cavar uno nuevo, un poco más lejos. ¿Por qué no lo hago ahora? Aprovecharé para enterrar al asno al mismo tiempo”.
El granjero y sus obreros se pusieron manos a la obra. Viendo lo que le esperaba, el asno empezó a rebuznar con todas sus fuerzas, después de lo cual, para sorpresa de todos, se quedó callado. ¿Qué hizo? Empezó a sacudirse los pedazos de tierra y las piedras que le caían sobre el lomo, para después destruirlos con las patas. En poco tiempo, el listo animal salió a la superficie y, ufano, se abrió paso entre los atónitos trabajadores.
En nuestra vida encontraremos cualquier cantidad de cosas sucias. Cuando caiga sobre nosotros un “trozo de tierra” o una “piedra”, sacudámosla y pisémosla inmediatamente. Así, poco a poco, llegaremos a nuestro lugar seguro. Si no te das por vencido, con la ayuda de Dios lograrás salir incluso del abismo más profundo.
El conocido misionero protestante Nick Vujicic nació sin manos ni piernas. Pero, con su experiencia personal, ha demostrado que, cuando sabes cuál es el sentido de la vida y te llenas de esperanza, de fe, de una actitud positiva y de la capacidad de sobrevivir, no tienes permitido quedarte pasivo. Algunas veces se demuestra que la piedra que cayó ante ti y te estuvo cerrando el paso, era solamente un peldaño para que pudieras llegar más alto. ¡Armémonos de valor y empecemos a subir! “¡Un nuevo día, una nueva oportunidad!”. ¡Esa debe ser nuestra consigna!
N. Vujicic escribe: “El exceso de miedo es dañino. Muchas veces el miedo al fracaso, a la frustración o al rechazo secan nuestras fuerzas. Nos abandonamos a merced de él y nos limitamos solos. ¡No permitamos que el miedo nos ponga un freno! Mejor asumámoslo como un detector de incendios. Miremos a nuestro alrededor y comprobemos si realmente nos ameniza algún peligro, o si simplemente la ‘alarma’ se ha encendido por error. ¡Si no hay un peligro real, olvidémoslo y vivamos nuestra vida!”.
(Traducido de: Konstantin V. Zorin, Dacă puterile sunt pe sfârșite. Războiul și pacea omului cu el însuși, traducere din limba rusă de Eugen Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2015, pp. 158-159)