¿Qué es creer sinceramente y en verdad?
Siendo hijos de Dios, tendríamos que amar al Señor con el amor más encendido. Concédenos, Señor, ese amor, porque “Sin Ti no podemos hacer nada” (Juan 15, 5).
Más de alguno pareciera orar con fervor a Dios, cuando, de hecho, está obrando para el maligno, quien ha hecho un nido en su corazón. ¿Por qué? Porque ora solamente con sus labios, pero su corazón no siente y no desea lo que pide y repite con la boca: “Con su corazón está lejos” (Isaías 29, 13) del Señor.
De igual forma, muchos de quienes comulgan con el Cuerpo y la Sangre de Cristo lo hacen sin sinceridad y sin un gran amor al Señor, sino solmente con su boca y su estómago, con poca fe, con frialdad, ya que su corazón es dominado por la pasión de la avidez por la comida y la bebida, la codicia, la soberbia, la maldad, la envidia y la pereza.
De hecho, estamos muy lejos, con nuestro corazón, de Aquel, que es amor, santidad, perfección, sabiduría y bondad inefable. ¿Qué hay que hacer? Examinarnos profundamente, arrepentirnos, meditar en lo que es y lo que tiene que ser la oración y la comunión.
La frialdad del corazón al orar proviene del demonio: es como un frío torbellino que viene del norte. Siendo hijos de Dios, tendríamos que amar al Señor con el amor más encendido. Concédenos, Señor, ese amor, porque “Sin Ti no podemos hacer nada” (Juan 15, 5). Tú eres todo para nosotros: nosotros no somos nada. Tú nos diste la existencia desde la inexistencia y nos das todo lo que necesitamos.
(Traducido de: Sf. Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, p. 233)