Muchas veces, cuando algún familiar o conocido regresa de una peregrinación, nos regala una cuerda de oración, como un presente bendito de ese lugar santo. La cuerda de oración (o komboskini, del griego κομποσκοίνι) es justamente eso, una cuerda formada por varios nudos, usualmente hecha de lana.

La cuerda de oración apareció en el siglo IV, en tiempos de San Pacomio, como un auxilio para los monjes que deseaban llevar el recuento de las oraciones y postraciones que hacían.

En la ceremonia de tonsura, el monje recibe una cuerda de oración, y mantenerla todo el tiempo en sus manos representa la memoria constante de su deber de orar sin cesar.

En el Santo Monte Athos, las cuerdas de oración se confeccionan con lana, con cuentecillas de otros materiales o con granos secos de una planta llamada “Lágrimas de la Madre del Señor”.

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El piadoso hieromonje Menas de Mavrovunio vivía en la Celda de la Transfiguración, en la skete de Santa Ana. En las horas del día y la noche, hacía entre 1000 y 3000 postraciones, y de 50 a 100 cuerdas [i]. Por el hecho de orar tanto, no le quedaba tiempo para hablar con nadie. No solamente se mantenía en comunión con Dios, por medio de la oración, sino que esto también le servía para evitar juzgar a los demás, justamente porque no hablaba mucho con otros.

[i] Una cuerda de oración con 100 cuentecillas. Así, el padre Menas repetía entre 5000 y 10 000 veces la “Oración de Jesús”.