¿Qué es la libertad?
Cristo le dio al hombre una libertad que nadie le puede quitar, indiferentemente de las circunstancias de su vida.
“El propósito de la libertad humana no radica en la libertad como tal, tampoco en el hombre, sino en Dios. Dándole libertad al hombre, Dios le concedió una parte de Su poder divino, pero con el objetivo de que el hombre mismo la utilice como es debido y se la presente como la oblación más grande”. (San Teófano el Recluso)
A menudo pensamos en la libertad, pero sólo desde un punto de vista político, como una libertad política, o la libertad de hacer todo lo que deseamos. La libertad política es buena solamente cuando nos anima a buscar a Dios. El propio ego, basado en la libertad, nunca es algo bueno. Lo que debemos hacer es buscar siempre cómo mostrarles nuestro amor a quienes nos rodean, cumpliendo además con los mandamientos de Dios, eso sí, como una elección libre. Cuando tenemos a Dios en nuestra vida y cuando nos hacemos miembros participantes de Su Iglesia, encontramos la verdadera libertad y actuamos de acuerdo a Su voluntad..
Y entonces nada más nos oprime. Nuestro Señor dijo: “Si os mantenéis en Mi Palabra, seréis verdaderamente Mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. Ellos le respondieron: Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?. Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo”. (Juan 8, 31-34)
Lo mismo dice el Santo Apóstol Pablo: “Pues cuando erais esclavos del pecado, erais libres respecto de la justicia. ¿Qué frutos cosechasteis entonces de aquellas cosas que al presente os avergüenzan? Pues su fin es la muerte. Pero al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para la santidad; y el fin, la vida eterna”. (Romanos 6, 20-22)
El arzobispo Demetrio escribía: “El sentido más profundo y esencial que la Iglesia le da a la libertad, es el de la simple liberación del pecado y sus consecuencias. Cristo le dio al hombre una libertad que nadie le puede quitar, indiferentemente de las circunstancias de su vida, aunque la misma Iglesia haya sufrido mucho en los terribles períodos de persecución a los cristianos. Fueron tres siglos enteros de persecución contra la Iglesia por parte del Imperio Romano, y la mayoría de mártires fueron testigos y a la vez abogados de su libertad en Cristo.
En el siglo XXI, las restricciones y persecuciones contra los cristianos son más fuertes y severas que las de antaño. Sin embargo, por mucho que lo intentó, el período comunista no consiguió extinguir la luz de la verdad cristiana ni destruir la libertad de los fieles”.
Debemos utilizar la libertad que Dios nos ofrece, abandonando el pecado y agradeciéndole cada día tanto por lo bueno como por lo malo.