¿Qué es la Santísima Trinidad?
¡Dios es el Señor y se nos ha revelado! ¡Bendito el que cree en el nombre del Señor!
Con la ayuda de la meditación y el discernimiento podemos descubrir y entender otros misterios de la gran verdad de la divinidad. El dogma de la fe cristiana nos enseña que el Hijo nace del Padre y que el Espíritu Santo procede del Padre desde siempre, es decir, desde la eternidad. ¿Cómo es posible esto? No es posible responderlo. El Hijo nace del Padre así como la palabra nace de la mente, y el Espíritu Santo procede del Padre, tal como el hecho procede de la voluntad. La mente “da a luz” a la palabra, por lo que no puede decirse que ésta no procede de aquella. Y el hecho procede de la voluntad, no “nace” de ella. Lo mismo sucede con el Hijo y la procedencia del Espíritu Santo, del Padre... Dios Padre es el sol del universo, que existe desde siempre. El Hijo es la luz del Padre que vino al mundo para alumbrarnos el camino a la eternidad, mientras que el Espíritu Santo es el calor que viene del Padre para calentar nuestros corazones y encender en ellos el amor de Dios. Así, tal como el sol, la luz y el calor son una cosa, lo mismo son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad.
Esta es, brevemente, la doctrina cristiana sobre Dios, de la que nos habla la Biblia entera, que es la obra más importante y testimonio de la verdadera existencia de Dios, doctrina en la que creen y practican más de ochocientos millones de personas, quienes viven actualmente bajo las alas del cristianismo.
Si agregamos este argumento, de la más grande autoridad, a todas las demás pruebas sobre la existencia de Dios, la conclusión general que se impone en la mente y en el corazón, con una impresionante fuerza de convicción, es: Dios existe. A la conclusión, convicción y testimonio de la verdad de la existencia de Dios nos llevan el mundo entero y la completa humanidad, la naturaleza y la historia, el juicio lógico y el conocimiento moral, la mente y el corazón, la razón y la revelación, la Biblia y la Iglesia cristiana. Todos son monumentos y templos de la fe en Dios, exclaman al unísono: ¡Dios es el Creador del mundo, Dios es nuestro amoroso Padre!
¡Dios es el Señor y se nos ha revelado! ¡Bendito el que cree en el nombre del Señor!
(Traducido de: Ilarion V. Felea, Religia iubirii, Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2009, pp. 138-139)