¿Qué ganas creyendo solamente en ti mismo y en tus propias fuerzas?
Si pensamos con humildad y pureza, sin maldad alguna, nos mantendremos sanos espiritualmente.
Un asceta decía:
“Confía siempre en Dios y en tu padre espiritual. Sé obediente cuando se te pida hacer esto o aquello. Y entonces tendrás paz. ¿Qué ganas confiando solamente en ti mismo? Esa autosuficiencia es un gran obstáculo para que la Gracia de Dios venga a ayudarte.
No confíes en tu propia razón. Procura tener una mente humilde, y Dios, por tu humildad, te protegerá y experimentarás Su alegría y Su paz. Nuestro crecimiento espiritual depende solamente de nosotros mismos. Si no hacemos cosas buenas, ni el gran Antonio, ni el gran Barsanufio podrán ayudarnos a alcanzar la salvación. Y es que Dios se siente nuestro deudor cuando confiamos plenamente en Él.
Tener buenos pensamientos es señal de estar sanos espiritualmente”.
Durante la ocupación alemana, los niños pequeños de las aldeas más pobres sobrevivieron comiendo torta de maíz y, a pesar de esto, sus mejillas presentaban un alegre tono rosa, porque, indiferentemente de qué comieran, todo era asimilado por su sangre. Al contrario, los hijos de los más opulentos, aunque comían pan caliente con mantequilla y mermelada, se veían pálidos y se mantenían enfermos. Lo mismo sucede con las cosas del alma. Si pensamos con humildad y pureza, sin maldad alguna, nos mantendremos sanos espiritualmente.
(Traducido de: Arhimandritul Ioannikios, Patericul atonit, traducere de Anca Dobrin și Maria Ciobanu, Editura Bunavestire, Bacău, 2000, pp. 183-184)