¡Qué grande eres, esperanza!
¡Qué milagrosa es tu labor! Eres verdaderamente hermosa, como una hija del Cielo. ¿Quién podría describir tu belleza?
¡Oh, esperanza, inefable palabra, tan llena de felicidad, tan llena de toda clase de bondades! ¡Qué maravillosa es, en verdad, tu fuerza! ¡Qué milagrosa es tu labor! Eres verdaderamente hermosa, como una hija del Cielo. ¿Quién podría describir tu belleza? ¿Quién podría enumerar tus beneficios? Tu fuerza es la columna que soporta todas las aflicciones de los hombres, y tu obra es la puerta al Reino de las bondades. Eres el don de Dios que no se puede arrebatar, porque fuiste creada junto al alma del hombre, para fortalecerlo en las pruebas de la vida y mostrarlo más alto que todas tribulaciones y un luchador invencible. Tú le fuiste otorgada para coronar su victoria y adornar su cabeza con guirnaldas perpetuas. Le fuiste otorgada para llevarlo a la perfección, para alzarlo hasta Dios y sacarlo del caos en el que podría caer si no existieras. Le fuiste otorgada para guiarlo y conducirlo, para enderezar su rumbo en el convulso mar de la vida, cubierto a menudo de una profunda oscuridad y agitado por toda clase de vientos que amenazan con hundir su nave, sacudida por las violentas aguas.
(Traducido de: Sfântul Nectarie, Morala creștină în curs de publicare la Editura Doxologia, traducere realizată după Apanta erga vol. IV, Atena 2010)