¿Qué hacemos cuando, después de la boda, descubrimos todos los defectos del otro?
Sería necesario madurar antes de casarnos y, sobre todo, “alejarnos” simbólicamente de nuestra familia de origen. Usualmente las personas cambian después de casarse, porque comienzan a aplicar en su nueva familia todos los hábitos “de casa”, a los que se sienten obligadas a permanecer fieles: “así lo hacía mamá”, “así lo hacía papá”.
Si hasta antes de la boda el chico se porta extraordinariamente bien, talvez fingiendo, pero después de casados cambia, envaneciéndose por haberte conquistado y comportándose de forma desagradable, extraña y caprichosa, de tal manera que convivir es una prueba para tu paciencia, ¿qué debería hacer, como esposa? ¿Tener paciencia durante toda la vida o está permitido separarse? ¿Está permitida la separación en estos casos?
—La Santa Iglesia y nuestro Señor dicen que para los casos de desenfreno y adulterio está permitida la separación. No obstante, madrecita, en tu caso sucede algo que debes entender: ese chico no te engañó. La persona, cuando está enamorada y hasta antes de casarse, ofrece lo más bello que hay en ella. ¡Pero es de ingenuos creer que la persona está llena sólo de cosas bellas! Fíjate en ti misma: ¿eres solamente hermosa? ¿hay en ti sólo cosas buenas? Cada uno de nosotros tiene cosas ocultas, cosas malas, cosas que escondemos, no para engañar al otro, sino porque no nos es útil o nos asusta mostrárselas...
Cuando alguien te regala un ramo de flores, ¿le responderías de mala manera? No, definitivamente. Pero, más adelante, cuando el interés deje de pedirle que te traiga flores, comenzará a mostrarse también en sus debilidades. O a considerar, en primer lugar, sus propias exigencias egoístas y rechazar cada vez más vehementemente tus peticiones, igual de egoístas, desde su punto de vista...
Todo esto sucede porque las personas se casan sin ser suficientemente maduras emocional y espiritualmente, sin conocerse verdaderamente; negando, incluso, lo que es evidente ya desde el principio, pero esperando que “el diablo no sea tan negro”. ¡Mas el diablo es negro hasta cuando se viste de luz!
Sería necesario madurar antes de casarnos y, sobre todo, “alejarnos” simbólicamente de nuestra familia de origen. Usualmente las personas cambian después de casarse, porque comienzan a aplicar en su nueva familia todos los hábitos “de casa”, a los que se sienten obligadas a permanecer fieles: “así lo hacía mamá”, “así lo hacía papá”.
Sabemos que el hombre debe dejar a su papá y a su mamá. No en el sentido de dejar de dirigirles la palabra, visitarlos o ayudarlos cuando lo necesiten, sino renunciando a su influencia y a su forma de comportarse y de ver las cosas, para que los novios puedan formar una nueva casa y ser un solo cuerpo. Por eso, en la Iglesia, los padres de los jóvenes novios son los padrinos, no los padres biológicos.
Luego, pequeña mía, aprende a expresar qué te molesta, a decir “no”, a no aceptar abusos, a reprender con amor y oración, a pedir consejo y guía, a perdonar mucho, a orar más, a no juzgar, a no vengarte. Sólo así podrás redescubrir, en ese hombre “malo”, al “maravilloso” que te enamoró, y él deseará verte y permanecer a tu lado. El hecho que al enojarnos solemos insultar y herir, hace que dejemos de vernos el uno al otro.
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Deschide Cerul cu lucrul mărunt, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 189-191)