¿Qué hago si me doy cuenta de que necesito tener un padre espiritual?
Si un determinado sacerdote ha ayudado a una persona a volver a la fe, la ha orientado en sus problemas espirituales y también en las cosas terrenales, y ha comenzado a guiarla por el camino de la salvación, entonces la ha resucitado de entre los muertos.
Por lo general, las personas entran en contacto con el sacerdote cuando llegan por primera vez a la confesión. Rara vez ocurre que lo hagan solo con ocasión de una boda, un bautizo o alguna adversidad (enfermedad o muerte).
Muchos de los que desean salvarse van a los monasterios, a las iglesias. Algunos se acercan al sacerdote y le dicen: “Por favor, le pido que sea mi padre espiritual”. ¿Acaso debemos pedirle esto? Por ejemplo, a un padre de sangre nunca le rogaríamos: “¡Te pido que seas mi padre!”. A nadie se le pasaría por la mente algo semejante. Él es ya nuestro padre. Exactamente así sucede en este caso: si un determinado sacerdote ha ayudado a una persona a volver a la fe, la ha orientado en sus problemas espirituales y también en las cosas terrenales, y ha comenzado a guiarla por el camino de la salvación, entonces la ha resucitado de entre los muertos y le ha dado vida para el mundo venidero. Si la persona acude siempre a él, su relación se convertirá en la de un padre con su hijo espiritual. Y ya no tendrá sentido preguntar: “Padre, ¿puede ser usted mi guía espiritual?”. Porque el mismo Dios lo bendecirá y guiará.
(Traducido de: Îndrumar creștin pentru vremurile de azi: convorbiri cu Părintele Ambrozie (Iurasov), vol. 2, Editura Sophia, 2009, p. 300)