¿Qué hago yo por Dios?
Todos tendríamos que pensar: “¿Qué ha hecho Dios por nosotros? ¿Qué hacemos nosotros por Él?”. Pensando así, es posible ablandar hasta el corazón más duro.
Un asceta hagiorita, que incesantemente glorificaba a Dios, solía decir:
—Todos somos pecadores. Tendríamos que aceptar nuestro deplorable estado. Todos tendríamos que pensar: “¿Qué ha hecho Dios por nosotros? ¿Qué hacemos nosotros por Él?”. Pensando así, es posible ablandar hasta el corazón más duro. Que cada uno piense: “Dios bien podría haberme creado como un asno, viéndome obligado a cargar más de 100 kilogramos de leña sobre mi lomo, sometido a un amo sin un ápice de sensatez. Y toda la gente me habría dado de golpes al pasar a mi lado… Con el paso del tiempo, la muerte seguramente me habría sorprendido en una zanja junto al camino, y mi cuerpo habría sido devorado por los perros, en tanto que los paseantes se llenaban de asco al sentir la pestilencia manando de mis restos. ¿Le he agradecido alguna vez a Dios por ser lo que soy? ¡No, no se lo he agradecido! O podría haber sido una serpiente o un alacrán. Pero Dios, por Su inmenso amor, me creó como hombre. Y se sacrificó por mí. Porque una sola gota de la Sangre divina limpió a toda la humanidad”.
(Traducido de: Arhimandritul Ioannikios, Patericul atonit, traducere de Anca Dobrin și Maria Ciobanu, Editura Bunavestire, Bacău, 2000, p. 185)