Palabras de espiritualidad

¡Qué importante es que entendamos el propósito de confesarnos!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

¡Confiésate con toda sinceridad! Tu padre espiritual no necesita que lo busques únicamente para escuchar cómo te ensalzas a ti mismo. 

No nos quedemos con ningún pecado oculto, o revelado en voz baja o con palabras rebuscadas. Por ejemplo, en el caso de las relaciones de pareja, puede que al esposo o la esposa empiece a gustarle otra persona, cediendo en su corazón. Así, cuando, en los momentos de convivencia, aquel que ha cedido en su corazón empieza a imaginarse que en realidad vive con esa otra persona, está cometiendo una forma sutil de adulterio.

Lo importante, hermano, es recordar que no tenemos por qué causarle una buena impresión a nuestro padre espiritual. Él se siente bien cuando le cuentas hasta tus peores pecados, porque le alegra ayudarte a salir de las profundas aguas en las que te hallas sumergido. Si estás a dos metros de la superficie, ¿por qué le dices a tu confesor que estás a pocos centímetros de salir? ¡Confiésate con toda sinceridad! Tu padre espiritual no necesita que lo busques únicamente para escuchar cómo te ensalzas a ti mismo.

Y hay algo más: el sacerdote tiene la Gracia y te siente, te conoce, no es un principante. ¿Crees que Dios elige a cualquier persona para que sea un padre espiritual? Entonces, conociéndote y sintiéndote, el sacerdote podría decirte (eso sí, con tacto): “¿Por qué me mientes, hermano?”. Él no puede darte la impresión de que ya conoce todas tus faltas. Dios actúa de una forma tal que tú mismo te delatas ante tu confesor. Es necesario entender que a nadie le preocupa la opinión del sacerdote, porque lo importante es que cada uno alcance la salvación.

Dicho esto, hermano, o le revelas tus pecados al sacerdote en la confesión, para que te sean perdonados, o tendrás que ver cómo cada una de tus faltas es expuesta en el Día del Juicio de Dios. ¡De una u otra manera, todos esos pecados serán dados a conocer! Y tu padre espiritual estará allí, en el Juicio, cuando ni tú ni él podrán ya decir absolutamente nada.

(Traducido de: Arhimandritul Arsenie PapaciocCuvânt despre bucuria duhovnicească, Editura Eikon, Cluj-Napoca, 2003,  pp. 119-120)