¡Qué peligros encierran el egoísmo y el individualismo!
La mente que no tiene humildad —lo cual es y se llama egoísmo y orgullo—, que no contiene ni se deja contener, permanece aislada en la zona del interés sofocante y en el individualismo. Se endurece en los marcos sofocantes de la mónada y, obstaculizada por el interés impersonal, se reduce incesantemente a la nada, hundiéndose más y más en el temor, la inseguridad y el aislamiento, hasta que explota en distintas iniquidades, para justificarse.
La humildad contiene y es contenida, no teme, no duda, no pregunta y, en consecuencia, no es variable, sino permanente. Como verdad en sí misma, y como la Vida en sí misma, y como el amor en sí mismo, nuestro Jesús es justamente humilde, como la posición universal de Su personalidad. Y esto se transmite, por participación, a los miembros que le siguen. Así se demuestra que la humildad no es solamente una rama de la ley moral, que vuelve y rechaza el mal contrario, como sucede en el caso de las demás virtudes, sino que es el elemento ontológico de las propiedades de las personas, que en su esencia son caracterizadas como medios importantes, definitivos y activos en la conservación de su inmutabilidad.
Diametralmente opuestas son las particularidades de la falta de humildad: inseguridad, miedo, sospecha, coerción y la adopción impía de todo tipo de falsedad para obtener salvación y seguridad temporales.
Un ejemplo vivo de ese estado es el demonio mismo, quien sufre y obra todas esas actitudes negativas de la perversión de la personalidad. La mente que no tiene humildad —lo cual es y se llama egoísmo y orgullo—, que no contiene ni se deja contener, permanece aislada en la zona del interés sofocante y en el individualismo. Se endurece en los marcos sofocantes de la mónada y, obstaculizada por el interés impersonal, se reduce incesantemente a la nada, hundiéndose más y más en el temor, la inseguridad y el aislamiento, hasta que explota en distintas iniquidades, para justificarse. La estrecha visión del nihilismo desfigura la idea de lo absoluto, de la verdad, de la eternidad, de la amplitud de la unidad de todo. El nihilismo no acepta nada que no sea su yo enfermo. La exacerbación del nihilismo lleva a la anarquía que no acepta ni una guía, ni una dependencia, sea de Dios o del hombre, terminando en el ateísmo, que es el más grande y el más terrible de todos los males, porque es la demonización del ser y su destrucción total.
Así las cosas, ¿cómo es el demonio, analizado en su naturaleza y en sus características? Individualista, muy individualista. No abarca en su ser nada que no sea él mismo. No acepta ninguna guía, ninguna autoridad, ningún superior. Siempre y en todo lugar está solo, y, necesariamente, es un nihilista absoluto, ya que nadie se le puede acercar. Se ha alejado de todos, es apartado por todos y se ha quedado en la nada de su nihilismo. ¡He aquí por qué cayó! “He visto a Satanás caer del cielo como un rayo” [1]. ¡He aquí por qué fue juzgado! “El príncipe de este mundo está juzgado” [2]. ¡He aquí por qué fue echado! “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” [3]. El demonio está afuera de todo espacio y lugar de la vida, y le queda solamente el territorio de la muerte, la perdición y la condena. Ya no tiene lugar en el espacio de los otros seres, porque él mismo se auto-excluyó con su maldito individualismo. Por eso, siendo nada, intenta raptar sentido y personalidad con el ardid, la mentira y la falsedad, inventando valores y dignidades imaginarias, imaginando lo que no le pertenece.
Ahí donde falta el cimiento de la humildad, no hay seguridad, porque falta la total unidad de nuestro Jesús, Quien es la paz de todos y la Resurrección.
Este es el demonio y esta es la pobreza del egoísmo de sus adeptos, a quienes obliga a fingir, a ser falsos, porque desean honores y méritos que no se han ganado, porque son, en esencia, pobres y neesitados, aislados de la unidad de los demás con su individualismo enfermo. A estas miserias les siguen las demás maldades, empezando por el odio, la envidia y la calumina. La oscura ola de la muerte envuelve a este tipo de poseídos, un rayo que proviene del demonio, que es el asesino de la humanidad, que desde siempre ha pecado y ha mentido, siendo él mismo mentiroso y padre de la mentira.
(Traducido de: Gheron Iosif Vatopedinul, Cuvinte de mângâiere, în pregătire la Editura Doxologia)
[1] Lucas 10, 18.
[2] Juan 16, 11.
[3] Juan 12, 31.