¿Qué sería de mi alma si me faltara Cristo?
Lo mismo ocurre con el alma del hombre: si le falta Cristo, es como una casa abandonada, llena de pestilencia, suciedad y telarañas, esparcidas por el demonio y sus huestes.
Una casa deshabitada pronto se llena de suciedad y desechos, polvo y telarañas. Un huerto sin nadie que lo trabaje se seca, se vuelve yermo y se llena de maleza. Un viñedo o un pomar sin quién lo cuide se termina malogrando, un barco sin un buen capitán se inunda en la tempestad y se halla en peligro de hundirse, etc.
Lo mismo ocurre con el alma del hombre: si le falta Cristo, es como una casa abandonada, llena de pestilencia, suciedad y telarañas, esparcidas por el demonio y sus huestes, es decir, los apetitos, los pensamientos y las malas inclinaciones. Al igual que la tierra sin trabajar, que produce solamente “espinas y abrojos es tierra baldía, y será tierra maldita que terminará siendo pasto de las llamas” (Hebreos 6, 8); del mismo modo en que un pomar abandonado no da frutos y no sirve para nada, razón por la cual será cortado y quemado; y también como un barco que flota a mar abierto sin quién lo conduzca, y que, al llegar la tormenta y el azote de las olas, está a un paso de hundirse.
Porque, para nuestra alma, Cristo representa lo que el dueño a la casa, lo que el labriego al huierto o al viñedo, o lo que un diestro almirante es para su nave.
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Dumnezeu în împrejurările vieţii de zi cu zi, traducere de Olga Bersan, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 207)