Para nosotros, quienes hemos recibido el don de Cristo, la alegría de Su Nacimiento debe brotar del hecho de sabernos hijos de Dios. Si la fiesta de la Natividad no significa la encarnación, el crecimiento, el dolor, la muerte y la resurrección del Emanuel por nosotros, con nosotros y en nosotros, entonces no significa nada, confiados en que no hay nada de lo que Cristo nos pide que hagamos en esta vida, que Él mismo no lo haya hecho antes. Todos los momentos de Su vida representan para nosotros un motivo para acercarnos a Dios. Por esta razón, la Navidad es la re-creación perpetua del universo y el mundo, y también la de cada uno de nosotros, que estamos llamados a hacernos hijos de Dios por la Gracia, por Cristo, Quien: “fue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4, 25).

(Traducido de: Calinic Botoșăneanul, Episcop-Vicar al Arhiepiscopiei Iașilor, Maica Domnului în lumina Sfintei Scripturi și a Sfintei Tradiții - O sinteză pentru omul grăbit, Editura Pars Pro Toto, Iași, 2014, p. 60)