La ceremonia del Matrimonio, retomando las palabras de la Santa Escritura (Génesis 2, 24; Mateo 19, 4-6), nos habla del hecho que los novios se vuelven, ahora, un sólo cuerpo. En el matrimonio cristiano esto no significa, simplemente, la unión física, sino también la unión de mentes y almas. Porque las oraciones comprenden todas estas expresiones: “en un solo pensamiento”, “únelos en un solo pensamiento”, “corónalos en un solo cuerpo”, “comprensión, en verdad y en amor”, “amor recíproco en el lazo de la paz” y “amor perfecto, sereno y benefactor”.

Recordemos lo que dice San Juan Crisóstomo: “Esposas, demuestren su amor por sus maridos y no antepongan nada a su bienestar. Esposos, honren a sus esposas y hagan todo como si fueran un solo cuerpo y una sola alma. Este es el verdadero matrimonio, cuando entre los cónyuges obra tal forma de unidad, cuando el lazo que les une es tan fuerte, cuando semejante amor los mantiene unidos. Y así como el cuerpo no puede oponerse a sí mismo y el alma tampoco, esposo y esposa no deben enfrentarse, sino unirse”.

En otro pasaje nos habla de las ventajas materiales y espirituales de semejante forma de unidad de pensamiento y alma: “Si viven en unidad, nada de esta vida podría entristecerlos o destruir su felicidad. Cuando hay paz y amor entre esposo y esposa, todas las bondades vienen a ellos, excluyéndose toda enemistad, ya que les protege un muro infranqueable: su misma unión con Dios. Esto les hará más fuertes que un diamante y más resistentes que el acero, porque se trata de algo más útil que toda riqueza y fortuna. Esto les alzará a la más elevada honra, llenándoles abundantemente del amor de Dios”.

(Traducido de: David şi Mary Ford, Căsătoria ‒ cale spre sfinţenie, Editura Sophia, Bucureşti, 2007, p. 21)