Palabras de espiritualidad

¿Queremos recibir la humildad? ¡Aceptémosla!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Normalmente, tendríamos que estar agradecidos con aquel que nos humilla, porque es nuestro más grande benefactor. Quien, con sus oraciones, le pida a Dios que le otorgue la humildad, pero no acepte al prójimo que Él le envía para hacerle humilde, es que no sabe lo que pide.

¿Cómo se puede alcanzar la humildad? ¿Cómo puede hacerlo alguien que siempre responde cuando se le reprende, que no soporta que ni siquiera una mosca se le ponga enfrente?

—Bendito, cuando se te da la ocasión de hacerte humilde, hay que aceptarla. De esta forma es como se obtiene la humildad. Si lo que quieres es librarte de las pasiones, lo que tienes que hacer es aprender a moverte con simpleza, con humildad, a recibir, como la tierra, la lluvia, el granizo, la basura, los escupitajos. Esas humillaciones, si las recibes, te ayudarán a librarte rápidamente del hombre viejo.

Necesito de mucha humildad...

—Si quieres humildad, puedes ir y comprarla. Hay muchos que te la venden, y te la dan hasta gratis. Sólo tienes que quererlo...

¿Quiénes son esos que la venden, Padre?

—Son esos que, cuando no tienen un estado espiritual bueno, se comportan sin discernimiento y nos humillan con su conducta.

La humildad no se compra en la tienda, como cualquier mercancía. Cuando decimos: “¡Dame, Señor mío, humildad!”, Dios no toma un recipiente y te dice: “Toma, aquí tienes medio kilo”. Lo que hará, por ejemplo, es permitir que a tu vida venga alguno de tus semejantes sin discernimiento y se comporte de forma desagradable contigo, o le quitará Su Gracia a otro, quien vendrá y te insultará. De esta forma es como somos sometidos a prueba para que trabajemos, si queremos alcanzar la humildad. Sin embargo, usualmente no pensamos que Dios, para ayudarnos, permite que nuestro hermano se comporte desagradablemente con nosotros, y lo que hacemos es enfadarnos con él. Y, aunque le pedimos humildad a Dios, no aceptamos las oportunidades que Él nos envía para hacernos humildes, sino que nos oponemos, nos rebelamos. Normalmente, tendríamos que estar agradecidos con aquel que nos humilla, porque es nuestro más grande benefactor. Quien, con sus oraciones, le pida a Dios que le otorgue la humildad, pero no acepte al prójimo que Él le envía para hacerle humilde, es que no sabe lo que pide (…).

También tú, cuando veas que uno de tus hermanos se comporta y habla ofensivamente contigo, debes saber que la mayoría de las veces la causa de esto es tu oración. Es decir, cuando le pides a Dios que te conceda el amor, la humildad, etc., Él aparta Su Gracia de aquel hermano, quien viene, te humilla, y tú te enojas. Esta es la forma en que pasamos el examen de la humildad y el amor. Si te humillas, obtienes un gran provecho. En lo que respecta a tu hermano, recibirá una doble Gracia por parte de Dios, tanto por habérsele retirado la Gracia que tenía, para ponerte a prueba, como por el hecho de haber sido humillado por su error, pidiéndole después perdón a Dios Así, tu trabajarás en tu humildad, y tu hermano se hará un hombre mejor.

(Traducido de: Cuviosul Paisie AghioritulCuvinte duhovnicesti- Patimi și virtuți, Editura Evanghelismos, Bucurști 2007, p. 178-179)