“¿Quién cree ahora de corazón en Tu palabra, Señor?”
Casi todos se han desviado. Puede que muchos aún no se hayan levantado en contra de la fe, pero pocos son los que no se han extraviado en caminos extraños.
“¿Quién creerá lo que oímos decir?” (Isaías 53, 1) Así se lamenta, conmovido, el profeta Isaías. También nosotros deberíamos clamar: “¿Quién cree ahora de corazón en Tu palabra, Señor?”. Casi todos se han desviado. Puede que muchos aún no se hayan levantado en contra de la fe, pero pocos son los que no se han extraviado en caminos extraños.
¿Cuál es la razón de todo esto? La incredulidad ha empezado a atraerles, porque cada vez es más necesaria para ocultar determinados intereses que no tienen ninguna relación con la fe del corazón. Esta es la raíz del mal. La razón no es contraria a la fe, sino la perversidad que puede haber en el corazón. La razón no es culpable sino solamente de someterse al corazón y acepar pensamientos que no responden a los principios de la verdad, sino a los deseos del corazón. Así las cosas, las más fuertes evidencias de la verdad les parecen carentes de importancia, en tanto que cualquier apariencia —por insignificante que sea—, que se oponga a esta, les parece imponente como una montaña. Es en esas cosas, dependientes de la mente, que se inmiscuye la tentación, la cual viene a cegarlos. La mente no ve y no puede ver, por mucho que intentes hacerla entender.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, traducere din limba rusă de Adrian și Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, 2011, pp. 46-47)