Palabras de espiritualidad

“¿Quién es Dios?”

    • Foto: Florentina Mardari

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La revelación del nombre de “Padre” y la introducción del amor paterno en la noción de Dios es una de las más importantes que hizo nuestro Señor Jesucristo. Grande, sí, pero también muy sencilla.

Hay muchos libros en los que se puede leer la verdad de la existencia de Dios: el libro del cielo estrellado, el libro de los tiempos, la historia, el libro del corazón, etc. Sin embargo, la enseñanza más luminosa sobre la existencia de Dios la encontramos en el libro de la vida, la Santa Escritura. En ninguna otra parte podríamos hallar respuestas más claras y satisfactorias a la pregunta: ¿quién es o qué es Dios? Desde el primer versículo de la Biblia se nos dice, clara y contundentemente, que Dios es el Creador del cielo y la tierra (Génesis 1, 1). Este es el primer conocimiento que nos revela la Santa Escritura sobre Dios. Posteriormente, a lo largo de todo el contenido del Antiguo Testamento, Dios es llamado: Señor Todopoderoso, Altísimo, Omnisciente, Sapientísimo, Santo, Bueno, Piadoso, “El que es”, Ser supremo, Fuente de la existencia, Rey de reyes, Aquel que está en lo alto, Eterno, Vivo, Bendito, Rey de la grandeza, Justo Juez...

En el Nuevo Testamento encontramos casi las mismas denominaciones que se le dan a Dios en el Antiguo Testamento. Jesucristo predica la fe en Dios el Creador, el Dios único, el “Dios de nuestros padres”, el Dios Vivo, el Dios que dispone todo, Salvador y Juez del mundo. También nos enseña que Dios es el Señor de los siervos, el Patrono de la viña, el Buen Dios que recibe las oraciones de los hombres y perdona al hijo que se arrepiente.

En el Nuevo Testamento, a pesar de haber recibido por completo la fe en el Dios del Antiguo Testamento, encontramos una nueva revelación sobre Dios. Esta revelación es uno de los propósitos principales de la encarnación del Señor (Juan 17, 6): “Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mateo 11, 27). Cristo nos revela que Dios es nuestro Padre, el amoroso Padre Creador del mundo y los hombres. La revelación del nombre de “Padre” y la introducción del amor paterno en la noción de Dios es una de las más importantes que hizo nuestro Señor Jesucristo. Grande, sí, pero también muy sencilla. Dios es nuestro Padre amoroso y nosotros somos hermanos e hijos del mismo Padre celestial. Él es el Padre, porque nos creó, nos demostró un amor supremo (Juan 3, 16), nos hizo promesas maravillosas y nos dejó Su Reino como herencia (Lucas 12, 32). Es cierto que ya en el Antiguo Testamento se nos habla de un “Dios-Padre”, pero es Cristo quien remarca esta verdad con una energía y una luz extraordinarias. Además de ser Amor, nuestro Señor nos dice también que “Dios es Espíritu” (Juan 4, 24), (...), absoluta e independiemente de cualquier límite o materia.

(Traducido de: Ilarion V. FeleaReligia iubirii, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2009, pp. 134-135)

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