"¿Quién es Dios?"
La revelación del nombre de “Padre” y la introducción del amor paterno en la noción de Dios constituyen una de las declaraciones más importantes hechas por Cristo. Tan grande como simple.
Hay muchos libros en los que podemos leer la verdad de la existencia de Dios: el libro del cielo estrellado, el libro del tiempo, la historia, el libro del corazón, etc. Sin embargo, la más luminosa enseñanza sobre el Ser de Dios la encontramos comprendida en el “Libro de la Vida”, es decir, la Santa Escritura. En ninguna otra parte podríamos encontrar respuestas más claras y satisfactorias a la pregunta: “¿Quién o qué es Dios?”, que en la Biblia. Desde su primer versículo se nos dice, claro y contundente, que Dios es el Creador del cielo y la tierra (Génesis 1, 1). Es el primer conocimiento que la Santa Escritura nos revela sobre Dios. Un poco más adelante, en todo el contenido del Antiguo Testamento, Dios es llamado: Señor Todopoderoso, Todopoderoso. Altísimo, Omnisciente, Sapientísimo, Santo, Bueno, Clemente, “El que es”, Ser supremo, Manantial de la vida, Rey de reyes, Aquel que está en lo alto, el Eterno, el Vivo, el Bendito, el Rey de toda grandeza, Justo Juez...
En el Nuevo Testamento encontramos casi los mismos nombres que se le dan a Dios en el Antiguo Testamento. Jesucristo nos habla del Dios Creador, el Dios único, “el Dios de nuestros padres”, el Dios Vivo, el Dios que nos cuida, el Salvador y el Juez del mundo. Además, nos enseña que Dios es el Señor de los siervos, el Dueño de la vid, el Dios Bueno que acepta las oraciones de los hombres y perdona al hijo que se arrepiente.
En el Nuevo Testamento, aunque tenemos asumida por completo la fe en el Dios del Antiguo Testamento, también encontramos una nueva revelación sobre Él. Esta revelación es uno de los propósitos principales de la encarnación del Señor (Juan 17, 6): “Nadie conoce perfectamente al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera manifestar” (Mateo 11, 27). Jesucristo nos revela que Dios es nuestro Padre, el Padre Creador, amante del mundo y de la humanidad. La revelación del nombre de “Padre” y la introducción del amor paterno en la noción de Dios constituyen una de las declaraciones más importantes hechas por Cristo. Tan grande como simple. Dios es el Padre que nos ama y nosotros somos hermanos e hijos del mismo Padre celestial. Él es el Padre, porque nos creó, nos enseñó el amor supremo (Juan 3, 16), nos ha hecho promesas maravillosas y nos ha dejado Su Reino como herencia (Lucas 12, 32). También en el Antiguo Testamento encontramos pasajes en los que se nos habla de un Dios-Padre, pero Cristo acentúa esta verdad con una energía aparte y bajo una luz extraordinaria. Además del amor, el Señor nos revela que “Dios es Espíritu” (Juan 4, 24), (...) absoluto e independiente de cualquier límite o materia.
(Traducido de: Ilarion V. Felea, Religia iubirii, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2009, pp. 134-135)