¿A quién podemos compartir nuestros pensamientos?
El hombre necesita revelar sus pensamientos malos y egoístas, para poder librarse de ellos. Necesita del auxilio de otro, de la fuerza y del juicio de otra persona, porque la misma comunicación es un acto de humildad y de renuncia a la soberbia confianza en uno mismo.
Contarle tus ideas mundanas a otro significa que las quieres imponer y que te quieres imponer, para obtener elogios. Sin embargo, cuando se las cuentas a tu padre espiritual, lo haces demostrando que te repruebas a ti mismo y quieres fortalecerte con su desaprobación. Entonces sucede que esos pensamientos desaparecen.
Antes de empezar cualquier cosa, pensemos si se ajusta a la voluntad de Dios y preguntémonos cuál es el verdadero motivo que nos impulsa a realizarlo. Practiquemos esto, abiertamente, frente a Dios, sin importar si se trata de una simplre palabra, de una acción, de un encuentro, de alguna comida o del mismo descanso: todo lo que te viene a la mente hacer. No comiences nada sin antes preguntarte si será agradable a Dios, para no arrepentirte después. En esto consiste dialogar con Dios sobre toda cosa, no sólo cuando ya lo hiciste, sino antes de empezar a hacerlo. No te dejes guiar sólo por tu propio pensamiento. Ni se te ocurra pensar que estás solo. Si Dios puede ver todo lo que has de realizar, pregúntale antes si está bien lo que quieres hacer. Obrando así, te hallarás en permanente relación con Él y tendrás cómo defenderte cuando debas explicar tus acciones .
El hombre necesita revelar sus pensamientos malos y egoístas, para poder librarse de ellos. Necesita del auxilio de otro, de la fuerza y del juicio de otra persona, porque la misma comunicación es un acto de humildad y de renuncia a la soberbia confianza en uno mismo.
(Traducido de: Alexandru Prelipcean, Spiritualitate creștină și rigoare științifică: notele de subsol ale filocaliei românești, volumul al II-lea, Editura Doxologia, 2013, pp. 21-22)