¿A quién podría temerle?
Mi mamá solía salir conmigo y me había enseñado a repetir un salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién podré temer? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿ante quién puedo temblar?”
Después de orar, nos pedíamos perdón los unos a los otros. Así fue como nos enseñaron nuestros padres... ¡también ellos nos pedían perdón a nosotros! “Perdónenme, que voy a acostarme”: así es como nos pedían perdón y cada uno se iba a su habitación para acostarse. Siendo el más pequeño, yi dormía en el mismo cuarto que mi madre. Mi padre venía a casa solamente los fines de semana. Recuerdo que a veces me levantaba de noche para ir afuera... nuestra casa no era como las modernas, con baño en su interior; en ese aspecto, la nuestra era una casa como las del campo. Cuando salía de noche para ir al baño, no sentía ningún temor, a pesar de la oscuridad, las sombras de los árboles, los ladridos de los perros, etc. ¿Por qué? Porque mi mamá solía salir conmigo y me había enseñado a repetir un salmo: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién podré temer? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿ante quién puedo temblar?”. Aprendí a repetir esas palabras cada vez que salía de casa por la noche, y no le temía a nada. Claro que el bosque y los perros seguían allí, pero yo no les venía ni los oía.
(Traducido de. Dinu Cruga, Izvoare Duhovnicești, Arhiepiscopia Ortodoxă Română, Alba Iulia, 1998, p. 9)