¿Quién puede ayudarme a sanar mi alma?
Los verdaderos padres espirituales tienen una vida santa y actúan con otros métodos. Ellos son quienes disponen de dones bendecidos, quienes saben cómo orar, cómo invocar el auxilio de Dios y hacer que descienda el poder divino sobre el hombre débil y sufriente.
Es necesario que el padre espiritual mantenga su vida dirigida al Cielo, hacia Dios, de manera que, quien venga a buscarle, sienta inmediatamente la dimensión de su vida espiritual. Y que sienta, además, con el sacerdote, cómo se abre ante él algo completamente nuevo, la parte más importante de su vida.
Es necesario que el padre espiritual, con su oración, con su vida, atraiga la bendición del auxilio de lo Alto. Los mejores padres espirituales han sido siempre esos con una vida santa; no los psicoanalistas, ni los psiquiatras ni los psicólogos, quienes trabajan en “centros de obtención de la confianza” (de sus “pacientes”), porque, sin duda, los primeros dan los consejos más acertados y se orientan correctamente hacia los estados espirituales de la persona.
Esos “expertos” no son los mejores taumaturgos espirituales, sino solamente aquellos hombres que tienen una vida santa, quienes actúan con otros métodos, quienes disponen de dones bendecidos, quienes saben cómo orar, cómo invocar el auxilio de Dios y hacer que descienda el poder divino sobre el hombre débil y sufriente.
Suele suceder que al hospital viene una persona con, por ejemplo, una luxación de tobillo. Se le ve sonriente y tranquila. En un momento dado, el médico le dice: “Hace mucho que no te veíamos por aquí. ¿Por qué no aprovechamos para hacerte unos análisis generales, para ver cómo está tu salud?”. La persona no quiere, porque se siente bien, pero finalmente acepta. Días después, los resultados de los análisis arrojan que aquel hombre tiene cáncer. ¿Cómo podría haber anticipado una noticia así? Tenía planeado ir a la montaña, hacer una larga excursión… Entonces, el médico le dice: “¡Nada de excursiones! Necesitamos internarte lo antes posible, para hacerte una cirugía urgente. Y aunque la operación sea exitosa, olvídate de ir este año a la montaña”.
(Traducido de: Protoiereul Vladimir Vorobiev, Duhovnicul și ucenicul, Editura Sophia, București, 2009, pp. 14-15)