¿A quién queremos servir?
A Cristo, Quien nos promete incontables bondades, ni siquiera lo toman en cuenta. Desgraciadamente, todos obedecen a aquel que no nos promete nada, sino que hasta nos manda al infierno.
‟El príncipe de este mundo está por llegar. No tiene poder sobre Mí” (Juan 14, 30). Con estas palabras, el Señor se refiere al demonio y a quienes le siguen; el maligno no es el soberano del cielo y de la tierra, porque, si fuera así, terminaría llevando todo a la perdición. Es solamente el soberano de quienes se entregan a él. Por esta razón los llama “dominadores de este mundo tenebroso” (Efesios 6, 12).
¿Por qué llamar al maligno “dominador de este mundo”? Porque casi toda la humanidad se le ha entregado voluntariamente. A Cristo, Quien nos promete incontables bondades, ni siquiera lo toman en cuenta. Desgraciadamente, todos obedecen a aquel que no nos promete nada, sino que hasta nos manda al infierno. Pero si el maligno es el soberano de este mundo y tiene más siervos que Dios y son muchos más los que le obedecen a él que a Dios (a excepción de esos pocos que se esmeran en cumplir con Sus mandamientos), es por causa de nuestra indolencia y nuestra negligencia.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Diavolul și magia, culegere de texte patristice și traducerea lor în neogreacă de Ieromonahul Benedict Aghioritul, traducere din neogreacă în română de Zenaida Anamaria Luca, Editura Agaton, Făgăraș, 2012, p. 10)