Quienes eligen la maldad, se convierten en marionetas de las tentaciones
A partir de las Santas Escrituras, los escritos de los Santos Padres y las vidas de los santos, podemos reconocer que esos quienes nos atacan no son sino marionetas, más o menos conscientes, manejados por el invisible dios de la oscuridad y la mentira. Luchando en contra de uno que es malo, no hacemos sino intensificar ese mal, contagiándonos de él.
Sabemos esto: “La palabra Cruz es, para los que se pierden, una locura; para los que, en cambio, buscamos cómo salvarnos, representa el poder de Dios”.
Ciertamente, para los que se pierden en los pecados del mundo es una locura que el Todopoderoso Creador muera crucificado entre dos ladrones. Es una locura perdonar y amar a tus enemigos. Pero, para nosotros, quienes buscamos la salvación, es el poder más grande del mundo.
Sin embargo, ¿cómo se puede explicar esta indescriptible fuerza, que puede expulsar la maldad del mundo? Tal explicación puede hallarse sólo a la luz de los escritos santos. Verbigracia, “Nuestra lucha no es en contra del cuerpo y la sangre”, es decir, no en contra de los hombres, que son también hermanos nuestros, sino “en contra de las herramientas del maligno, en contra de los espíritus de la maldad, tan propagados invisiblemente”. A partir de las Santas Escrituras, los escritos de los Santos Padres y las vidas de los santos podemos reconocer que esos quienes nos atacan no son sino marionetas, más o menos conscientes, manejados por el invisible dios de la oscuridad y la mentira. Luchando en contra de uno que es malo, no hacemos sino intensificar ese mal, contagiándonos de él. Pero, por medio de la Cruz y de las armas de Dios, apuntamos, como lo hiciera David, no a la masa de filisteos, sino al gigante Goliat... y al caer éste, caen también, implícitamente, todas las huestes de los enemigos visibles.
(Traducido de: Arhimandrit Paulin Lecca, Adevăr și Pace. Tratat teologic, Editura Bizantină, București, 2003, p. 37)