El amor perfecto es aquel que no hace diferencias, diciendo:  “A este lo conozco, a este otro no”. O: “Este me halaga, aquel otro me maldice”. Sino que, viendo tu propia naturaleza humana, te lleva a amar a todos por igual, es decir, a tus amigos y a tus enemigos, a buenos y malos, para ser perfecto ante Dios. Y (con este amor) soportas cualquier maldad por parte de tus enemigos, sin pensar que ellos son quienes te provocan tal daño, sino el maligno mismo, por tus propios pecados. Por eso fue que nuestro Señor Jesucristo, demostrándonos Su amor, sufrió por todos los hombres y a todos les concedió la esperanza de la resurrección, por la cual cada uno se uno se hará digno sea de honra o de castigo. Porque los siervos de Dios aman a todos con pureza, aunque no todos los amen a ellos. Los amigos de este mundo no aman a nadie con el corazón. Por su parte, los hombres espirituales guardan hasta el final el amor creado por Dios. Así las cosas, esforcémonos en amar a todos con el alma, porque tal es el mandamiento de Dios. Y si no lo podemos respetar, al menos no odiemos a nadie, para poder recibir el don de Cristo-Dios, a Quien se debe toda gloria por los siglos de los siglos. ¡Amén!

(Traducido de: Sfântul Mucenic Maxim în Proloagele vol. I, Editura Bunavestire, Bacău, p. 188)