Palabras de espiritualidad

Recomendaciones para la lucha con los pensamientos

    • Foto: Ioana Stoian

      Foto: Ioana Stoian

Hay casos en los que la persona moviliza todas sus fuerzas espirituales, todos sus buenos pensamientos y, sin embargo, no consigue apartar uno malo. ¿Cuál es la razón?

Usualmente se considera que la oración es para débiles y principiantes. Y se recomienda, para quienes puedan luchar, que utilicen esa oposición, que suele cerrar las fauces de los demonios. De esta forma fue como nuestro Señor venció en las tres grandes batallas que le presentó el maligno, hallándose en lo alto de aquel monte. La sensualidad, por medio del: “no sólo de pan vive el hombre”, la vanagloria, con: “no tentarás al Señor tu Dios” y la avaricia, diciendo: “al Señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás” (Mateo 4, 10).

El Santo Mártir Pedro de Damasco nos dice: “Cuando los demonios te provoquen algún pensamiento de vanidad, acuérdate de los otros pensamientos pecaminosos que también te han insuflado y humíllate. Y cuando te inspiren pensamientos pecaminosos, acuérdate de aquellos pensamientos de vanidad y véncelos, de manera que no desesperes por causa de los pensamientos pecaminosos, ni te envanezcas por causa de los que son correctos”.

De esta forma, cuando cualquier anciano asceta tenía que luchar con los pensamientos de la vanidad, le decía a su mente: “¡Cuidado, anciano, fíjate en tu propia disipación!”, y aquella lucha cesaba.

Hay casos en los que la persona moviliza todas sus fuerzas espirituales, todos sus buenos pensamientos y, sin embargo, no consigue apartar uno malo. ¿Cuál es la razón? “Porque antes hemos aceptado juzgar a nuestro semejante”. Hemos juzgado a nuestro hermano, y nuestra mente ha perdido la fuerza que tenía antes.

Algunas veces no somos sensatos, por eso nos dominan nuestros propios pensamientos.

Con todo, la mayoría de veces no tenemos la capacidad de luchar con los pensamientos, porque cedemos rápidamente ante sus ataques, provocándonos heridas espirituales que no sanan ni aún después de un largo período de tiempo.

En tales casos, lo mejor mejor es acudir al poder de la oración y las lágrimas, porque:

a) El alma no siempre tiene la misma fuerza.

b) El demonio tiene una experiencia de miles de años, mientras que la nuestra es muy limitada y, si intentamos oponernos a él, terminaremos vencidos y heridos, porque nuestra mente suele ensuciarse constantemente con figuraciones pecaminosas.

c) La oración y las lágrimas alejan el orgullo, porque aquel que acude a Dios cuando le atacan los pensamientos y se reconoce indigno, débil e insignificante, demuestra tener una gran humildad y confiar solamente en Jesucristo como el más fuerte y poderoso en la lucha (espiritual), porque Él fue quien dijo: “Atrévanse, Yo vencí al mundo” (Juan 16, 33), es decir, a las pasiones, los pensamientos y al mismo demonio.

(Traducido de: Ieromonah Benedict Aghioritul, Gândurile şi înfruntarea lor, Editura Evanghelismos, pp. 37-39)