Recomendaciones para la práctica de la oración
Mantén tus pensamientos dirigidos a lo alto, hacia el trono de Dios, y hacia abajo, a tus propios pecados.
«¡Qué alegría saber que el recogimiento espiritual ha comenzado a invitarte a la oración, y que has empezado a practicar con perseverancia la mejor de todas, la “Oración de Jesús”! ¡Que el Señor te bendiga para que puedas avanzar en esta oración, de manera que no haya nada que te aparte de ella!
Asimismo, me preguntas qué más necesitas en esta empresa. Lo que haces está bien. Sigue orando de la misma forma. Sólo hay algo que quiero recordarte: debes descender con la mente al corazón y permanecer ahí ante el Señor, Quien está en todas partes, incluso en tu interior, y todo lo ve. Luego, mantén tus pensamientos dirigidos a lo alto, hacia el trono de Dios, y hacia abajo, a tus propios pecados.
Hallándote en presencia del Señor, no permitas que te sobrevengan otros pensamientos. Lo que debes hacer es concentrarte únicamente en Él, con los sentimientos adecuados para ello y con la conciencia de que Él te ve y te escucha, siempre dispuesto a atenderte y ayudarte. No pronuncies ninguna palabra sin pensar en el Señor y en el hecho de que Él existe para nosotros. Sin embargo, sí que puedes permitirte pensamientos simples, como que Él está cerca, cuidándote, sosteniéndote, enseñándote y guiándote.
Cuando empiezas a orar, salen a la superficie determinadas necesidades relacionadas con esta oración, y me preguntas qué debes hacer.
Hablemos del propósito de tu oración. La mente y el corazón se unen con el Señor, de manera que se vuelven inseparables. Tu corazón es ya incapaz de separarse de Él, manteniéndose encendido y lleno de dulzura. Y todo lo demás se queda afuera, como algo ajeno.
Si eres humilde, la Gracia de Dios te concederá inmediatamente la fuerza de esta oración. Eso sí, todo debe salir de tu corazón. Y no pienses en los estados exteriores.
Al comienzo habrás pensado que la oración parecía brotar sola, para después dispersarse totalmente. Esto es algo que ocurre con frecuencia. Así pues, cuando te venga un pensamiento como ese, recházalo, porque es falso. “Vivir” la oración es algo que empieza justo cuando se enciende el fuego del corazón».
(Carta 977. Serie 6)
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Rugăciunea, Editura Egumeniţa, Galaţi, 2008; pp. 64-65)