¿Qué cosa se imprime con más fuerza en nuestro corazón, cuando pensamos en la obra de Dios, misma que es visible, audible y palpable? Esto es lo que dice San Juan Casiano, ya desde los primeros siglos del cristianismo: “A Dios se le puede conocer en la belleza y la grandeza de Sus criaturas, en la forma en que nos guía y protege cada día, en Su justicia, y en los milagros que obra en cada pueblo por medio de Sus santos. Porque, cuando pensamos en Su inconmensurable poder y en Su inagotable ojo, que ve hasta lo más secreto que hay en el corazón de los hombres y del cual no se puede esconder nada, no hacemos más que admirarlo con los corazones llenos de estremecimiento, y adorarlo” (Filocalia, vol. I).

(Traducido de: Înaltpreasfințitul Calinic Argatu, Episcop al Argeșului și Muscelului, Veșnicia de zi cu zi, Editura Curtea Veche, București, 2006, p. 7)