Palabras de espiritualidad

Reconociendo con quién nos casamos en realidad

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El hombre tiende a proyectar en la mujer algunas de las cualidades de su propia madre.

Cuando nos casamos, no estamos simplemente uniéndonos a una persona de otro género con su carácter, sino que proyectamos en ella diferentes imágenes que no provienen de su alma, sino de la nuestra. Cuando un joven se casa con una muchacha, la mayoría de las veces cree que se siente atraído por ella y su gracia, aunque es posible que esté proyectando en la chica, cual “pantalla”, las características femeninas latentes que existían en su interior. ¿Qué sucede? Que el chico no sabe quién es en realidad esa chica, misma que en esta situación juega el rol de “pantalla”. El hombre tiende a proyectar en la mujer algunas de las cualidades de su propia madre, y cuando descubre que su esposa es distinta a su mamá, en otras palabras, cuando descubre lo que es en realidad, puede caer en la desesperanza.

Cuando un muchacho considera que encajaría bien con determinada chica, está proyectando en ella, como si fuera una “pantalla”, todo lo que sabe de su propia madre. De acuerdo a esa imagen, “así debe ser una mujer”. Incluso en las familias más felices, hombre y mujer son también un poco “padre” y “madre” el uno para el otro. Es decir, en el matrimonio los cónyuges no perciben a su compañero de vida como un simple camarada, sino que el hombre siente a su esposa como a una madre y espera de ella lo mismo que de su propia mamá: amor, protección, un afecto especial. En la misma medida, la esposa percibe a su marido como a un padre.

(Traducido de: Arhimandritul Simeon Kraiopoulos, Adolescenţă, feciorie, căsătorie, Editura Bizantină, Bucureşti, 2019, p. 132)