Relato de un milagro de San Nicéforo el Leproso
Colocaron las reliquias en un pequeño cofre, que después pusieron en el pequeño altar de la casa, en donde mantienen encendida una veladora.
Un joven y piadoso cristiano, quien por motivos personales pidió permanecer en el anonimato, fue un día a visitar al padre Eumenio, y le dijo: “Padre, me han dicho que aquí tienen las reliquias del padre Nicéforo. ¿Es posible que me den una partícula de las reliquias, para bendición y protección de mi familia?”.
El padre Eumenio aceptó y le obsequió un pequeño fragmento de las reliquias. El joven lo tomó, lo besó, lo envolvió con devoción en un paño y se lo colocó en el bolsillo del pecho de la camisa. Después de agradecerle nuevamente al padre Eumenio, se montó en su motocicleta y partió de vuelta a casa.
En la carretera, a pesar de la velocidad con que se desplazaba, no podía dejar de sentir un fuerte aroma. Y, aunque lo normal era que aquella fragancia fuera disipada por el viento, debido a la velocidad del vehículo, sucedió precisamente lo contrario, porque aquel aroma lo terminó envolviendo por completo.
Sin embargo, lo más importante estaba por suceder.
Al llegar a su hogar, le dijo a su esposa: “Ven a venerar las reliquias que acabo de traer”. Cuando esta se acercó y besó las reliquias, se apartó de un salto, gritando: “¡Me he quemado, me he quemado!”. Más tarde, ella misma confesaría. “Cuando acerqué mis labios a las santas reliquias para besarlas, sentí un calor muy fuerte, como si me estuviera quemando. Por eso fue que me asusté y salté para apartarme”.
Desde aquel momento, la mujer volvió a la fe, porque hasta ese día había vivido completamente ajena a las cosas del alma. Colocaron las reliquias en un pequeño cofre, que después pusieron en el pequeño altar de la casa, en donde mantienen encendida una veladora.
(Traducido de: Simon Monahul, Sfântul Nichifor Leprosul, Făcătorul de minuni, Editura Iona, București, 2017)