Palabras de espiritualidad

Relato de una herencia maravillosa

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Este diamante tiene todo lo bueno de los cristianos, y dichoso de aquel que sea digno de conservarlo en su corazón, porque tendrá un tesoro de un valor verdaderamente inapreciable.

«Un comerciante era conocido como “el estafador”, debido a los timos que había cometido a lo largo de sus más de cuarenta años como vendedor. Sin embargo, cosa curiosa, a pesar de sus ardides y triquiñuelas, aquel hombre no había logrado acumular riqueza alguna. Un día, mientras volvía a casa, vio que en el suelo había una bolsita de tela. La abrió y vio que contenía varias monedas de dos denominaciones diferentes y algunas perlas falsas. Hurgó hasta el fondo de la bolsita, y encontró un hermoso diamante. Inmediatamente corrió a buscar un joyero, para que examinara el pequeño tesoro y verificara su autenticidad. Este, después de estudiar largamente las monedas, las perlas y el diamante, concluyó que todo era falso, a excepción del diamante. El comerciante no le creyó, y salió precipitadamente a buscar otro experto. Este llegó exactamente a la misma conclusión. El diamante era lo único valioso. Abatido, nuestro hombre tomó la bolsita y se fue.

En el camino se encontró con un ciego, y pensó: “Ahora veré si este diamante es tan especial como me dijeron”. Y ¡oh, milagro! Cuando tocó los ojos del ciego con la piedra, estos se abrieron y el hombre pudo ver. El comerciante no cabía en sí mismo de tanta alegría. Prosiguió su camino y al poco tiempo se encontró con un sordomudo y, al tocarlo con el diamante, consiguió que este hablara y oyera. Lo mismo hizo más adelante con un paralítico, quien sanó en el mismo instante en el que fue tocado por el brillante. Y con un mendigo, cuyo zurrón se llenó de monedas, o con un anciano, al que devolvió la lozanía de la juventud, y hasta con un muerto, a quien hizo volver a la vida. Viendo el mercader estos milagros, su corazón se llenó de alegría. Así que se dirigió a la orilla del mar y arrojó la bolsita al agua, quedándose únicamente con el diamante.

Cuando, años después, sintió que le llegaba el momento de morir, reunió a su familia y, solemnemente, dijo:

—Hijos míos, aunque durante cincuenta años me dediqué al comercio, nunca logré hacerme tan siquiera de una pequeña fortuna. Un día cualquiera, en un camino me encontré una bolsita que contenía algunas monedas de dos valores distintos y algunas perlas falsas, pero también un diamante verdadero, que tiene un poder tal que puede resucitar a los muertos, proveer a los pobres, hacer que los ciegos vean, los sordos oigan y los mudos hablen… ¡ciertamente, puede curar cualquier enfermedad! Sé que pronto partiré de esta vida, y como sé que no tengo nada más que dejarles como herencia, fuera del diamante, voy a pedirles que encuentren un lugar adecuado para colocarlo, un lugar de honor, porque creo que no debe quedar en un sitio cualquiera.

Pocos días después, el hombre murió, y el diamante quedó en manos de sus familiares, quienes buscaron un lugar correspondiente para colocarlo, tal como se les había ordenado. Alguien trajo un pedazo de mármol con forma de triángulo equilátero, y lo pusieron en él, pero el diamante resbalaba sobre aquella superficie lustrosa. Todos se entristecieron, porque no sabían dónde ponerlo. A uno de los hijos se le ocurrió colocar un trozo de lienzo blanco sobre el mármol, para que el diamante no resbalara, pero no consiguieron que se estuviera en su lugar. Entonces, pusieron otro trozo de lienzo sobre el anterior, y después el diamante sobre ambos paños, y solo así la piedra se mantuvo en su sitio. Toda la familia se alegró y dieron gracias a Dios.

Ahora tenemos que explicar, en primer lugar, quién es el comerciante; además, qué es la bolsita; en tercer lugar, qué significa el primer tipo de monedas; en cuarto lugar, qué significa el segundo tipo de monedas; en quinto lugar, qué son las perlas; en sexto lugar, qué es el diamante; en séptimo lugar, quiénes son los joyeros; en octavo lugar, quiénes son los familiares del comerciante; en noveno lugar, qué es el mármol; en décimo lugar, qué representa el primer lienzo y, al final, qué representa el segundo lienzo. Estos son los once aspectos que vamos a explicar.

En primer lugar, el comerciante, “el estafador”, el bebedor, el ocioso soy yo. He negociado durante cuarenta y cinco años. ¿Y qué clase de negocios he hecho? Me he pasado la vida estudiando. Pero Dios me hizo digno de encontrarme una bolsita. ¿Qué es la bolsita? El Santo Evangelio. La encontré, y en su interior hallé unas monedas falsas. ¿Qué representa la primera clase de monedas? A los judíos, quienes, a pesar de decir que creen, su fe es inútil, no es de Dios. ¿Qué representa la segunda clase de monedas? Son los incrédulos, aquellos que dicen que creen, pero su fe es vana, del maligno. ¿Qué representan las perlas falsas? Son los herejes, quienes dicen que creen en la Santísima Trinidad, pero su fe es inútil y del maligno. ¿Qué representa el diamante? Es nuestro Señor Jesucristo. ¿Quiénes son los joyeros? Son los Profetas, quienes anunciaron desde antes la venida del Hijo y Palabra del Padre Eterno y Todopoderoso. ¿Quiénes son los parientes del comerciante? Los cristianos ortodoxos, los hijos e hijas de Cristo. ¿Qué es el mármol con forma de triángulo equilátero? Es un hombre que dice que cree en la Santísima Trinidad. Sin embargo, no basta esta fe para salvarse, porque el diamante no se sostiene solamente sobre ella. ¿Qué más se necesita? Un hombre que dice que cree en la Santísima Trinidad tiene el primer lienzo, el amor a Dios, el cual, a pesar de todo, no lo puede salvar por sí mismo. Se necesita de un segundo lienzo. ¿Qué representa, entonces, ese segundo lienzo? Un hombre que cree en la Santísima Trinidad y ama a Dios y a sus semejantes. Solo así se sostiene el diamante, es decir, nuestro Señor y Dios, Jesucristo.

Un hombre que tiene a Dios en su corazón, tiene todas las bondades posibles y jamás podría cometer pecado. Pero, si no tiene el diamante en su corazón, es decir, a Cristo, sostenido por el amor a Dios y al prójimo, tiene al demonio. Así pues, hermanos míos, tengo que irme y no sé si el Señor me permitirá que los vuelva a ver. El único consuelo que puedo dejarles es este diamante. Lo que tienen que hacer es colocarlo correctamente en su lugar. Este diamante tiene todo lo bueno de los cristianos, y dichoso de aquel que sea digno de conservarlo en su corazón, porque tendrá un tesoro de un valor verdaderamente inapreciable».

(Traducido de: Constantin V. TriandafilluSfântul Cosma Etolianul – Viața și învățăturile, traducere de Ieroschim. Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2010, pp. 177-179)