Relatos de la vida del stárets Mihail Bădilă
Cuando se acercaron a donde estaba sentado aquel monje, notaron que estaba muerto. Entonces, ambos padres lo tomaron en brazos y lo llevaron al monasterio, en donde le dieron sepultura junto a la iglesia. ¡Cuántos santos ascetas han vivido, sin que nadie lo sepa, en lo profundo de los Cárpatos!
Relataban los hijos espirituales del stárets Mihail:
Era el verano de 1938. Una noche, cuando el padre apenas empezaba a dormitar en su celda, escuchó una fuerte voz que le ordenó dos veces:
—¡Ve y trae al ermitaño de la colina de Obârşie!
Las siguientes horas, el anciano se mantuvo en oración. Al amanecer, le pidió a su padre espiritual, el hieromonje Antonio, que le acompañara a dicho lugar. Así lo hicieron. Nadie sabía que en esa región vivía un anacoreta. Al terminar de escalar la montaña, vieron que en la colina había una pequeña cabaña. Afuera, sentado sobre un tronco, estaba un anciano monje
—¡Bendíganos, padre!, le gritó entusiasmado el stárets.
Sin embargo, cuando se acercaron a donde estaba sentado aquel monje, notaron que estaba muerto. Entonces, ambos padres lo tomaron en brazos y lo llevaron al monasterio, en donde le dieron sepultura junto a la iglesia. ¡Cuántos santos ascetas han vivido, sin que nadie lo sepa, en lo profundo de los Cárpatos!
Una noche de la primavera de 1950, cuando el padre Mihail oraba en su celda, una enorme roca se desprendió de lo alto de la montaña y vino a caer sobre la celda del stárets. Pero, por la Providencia de Dios, aquel trozo de risco no pasó más allá del ático, deteniéndose justo sobre la cabeza del padre. Una vez más, el buen stárets había sido salvado de los peligros del maligno.
A finales de 1957, el padre Mihail le dijo a su discípulo:
—Padre Pimeno, ¿cuánto queda para el día del Santo Mártir Ignacio (de Antioquía)?
—Tres semanas.
—No lo olvides, ¡el día de San Ignacio partiré de esta vida!
La noche de la conmemoración de San Ignacio, después de termina de leer un poco de la Santas Escrituras, el padre Mihail le dijo a su discípulo:
—Vete a tu celda a descansar un poco. ¡Has de estar extenuado!
Una hora después, al regresar, el monje encontró que el stárets descansaba ya en el Señor, con la Biblia entre sus brazos.
Así fueron los últimos momentos del piadoso stárets Mihail.
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 606-607)