Resistiendo las tentaciones con paciencia, alegramos a Dios
Oh, Dios mío, ¿cuándo se va a cargar mi alma de paciencia? ¿Cuándo podré atravesar las tentaciones sin que mi corazón se turbe, para darte felicidad?
Por eso, debemos tener a mano aquello que nos hable de la virtud que queremos alcanzar, para poderlo utilizar cada día y, especialmente, cuando nos ataque el adversario de la virtud que buscamos.
Por ejemplo, si nos esforzamos en adquirir la paciencia, podemos repetir estas palabras: “La sabiduría habita en los hombres de buen criterio” (Proverbios 14, 31).
En el Salmo 9,18: “La paciencia de los pobres no desaparecerá nunca”. “¡Ay de los impacientes!” (Sirácida, 2, 15). “El que demora en encolerizarse vale más que un héroe; el que sabe dominarse es más que el conquistador de una ciudad.” (Proverbios 16, 32).
“Manténganse firmes y se salvarán” (Luca 21, 19);
“Con paciencia corramos a la lucha que nos espera” (Hebreos 12, 1-3); “Congratulemos al que fue paciente” (Santiago 5, 11); “Feliz del que es paciente en la tentación” (Santiago 1, 12); “Y la paciencia debe ser perfecta; necesitan de la paciencia” (Santiago 1, 4 y 10, 36).
De la misma manera, podemos repetir esta pequeña oración:
“Oh, Dios mío, ¿cuándo se va a cargar mi alma de paciencia?¿Cuándo podré atravesar las tentaciones sin que mi corazón se turbe, para darle felicidad a mi Dios? ¡Oh, amados sufrimientos míos, que me hacen semejante a mi Señor Jesús, que padeció por mí! ¡Oh, única vida de mi alma! ¿Acaso podré descansar entre miles de aflcciones, por Tí? ¡Seré feliz, si en medio del fuego de las penas, podré desear sufrir aún más!”.
(Traducido de: Nicodim Aghioritul, Războiul nevăzut, Editura Egumenița, Galați, p. 128)