Palabras de espiritualidad

Saber escuchar y saber poner en práctica lo que se nos recomienda

    • Foto: Nicolae Pintilie

      Foto: Nicolae Pintilie

A algunos les digo una y otra vez que tienen que dejar de cometer determinado pecado, que tienen que dejar de beber o que deben renunciar al adulterio, para no perder su alma, pero, aunque muchos de ellos prometen que así lo harán, después no cumplen nada.

Dos de sus hijos espirituales le pidieron al padre Paisos (Olaru) que les dijera algunas palabras de enriquecimiento espiritual. Y el anciano les respondió:

—Actualmente, nosotros, los ancianos, no tenemos más palabras de provecho, como las de nuestros antepasados. Dios nos ha privado del don y la fuerza de la palabra, porque ni nosotros, ni quienes nos piden consejo ponemos en práctica lo que decimos y escuchamos. Cuando viene alguien a buscarnos, le damos algún consejo, alguna recomendación, pero cuando escucha que tiene que ponerlo en práctica, es decir, orar más, ayunar y perdonar a sus semejantes, retorna abatido a su casa. A algunos les digo una y otra vez que tienen que dejar de cometer determinado pecado, que tienen que dejar de beber o que deben renunciar al adulterio, para no perder su alma, pero, aunque muchos de ellos prometen que así lo harán, después no cumplen nada. Eso sí, también he conocido almas que me superan a mí mismo. Apenas he abierto la boca para decirles qué tienen que hacer, y ellos ya se han puesto “manos a la obra”.

Le preguntaron:

—¿Quién le exhortó a entrar a la vida monacal, padre?

—¡Las vidas de los santos me exhortaron a hacerme monje y a vivir en el amor al Señor!

También le preguntaron qué alegrías espirituales había experimentado en la skete Cozancea, y él dijo:

—He tenido suficientes alegrías espirituales, especialmente al vivir en mi pequeña celda y también al orar por la noche, pidiendo por los demás. Pero las alegrías espirituales más grandes las he vivido en la iglesia, durante la Divina Liturgia.

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 701)