Palabras de espiritualidad

Saber respetar la personalidad de nuestros hijos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Hagamos posible el diálogo y animemos a nuestros hijos a expresar sus puntos de vista.

Muchas veces el niño tiene un punto de vista sobre determinado problema, opinión que contiene la verdad y madurez de su edad. El adolescente y el niño tienen distintas posibilidades de formarse una opinión sobre alguna cosa. La opinión del niño, fruto del juicio que Dios le ha concedido, representa una expresión de su creatividad, de su personalidad. Las capacidades de su mente y las posibilidades que le ofrece su carácter son cristalizadas en una opinión ante determinada situación de vida. Esto constituye una expresión de la creatividad del niño; expresando su punto de vista, el niño crea y manifiesta su personalidad, el don que recibió de Dios, es decir, su alma. Desde luego, es muy posible que lo exprese de manera equivocada, al igual que nosotros, a pesar de todo el bagaje recibido por parte de Dios, con nuestra alma, nuestros sentimientos, nuestra mente y nuestras capacidades, a veces expresamos opiniones erradas en su contenido. Sin embargo, el hecho de equivocarnos no significa que debamos interrumpir o evitar expresar nuestros puntos de vista. Nadie quiere algo así.

Lo mismo ocurre con los niños: muchas veces se equivocan en lo que dicen, en lo que creen, Pero, la posibilidad de expresarse y de ser escuchados representa una forma de respeto hacia su personalidad y no un capricho. Es una neceisdad, un elemento de esos que aseguran el oxígeno espiritual del pequeño. En lo práctico, esto representa un medio en el cual sus opiniones son escuchadas, sin importar cuáles sean, dando lugar a la formación del diálogo. Y este diálogo tendrá, precisamente, el propósito de apartar los errores existentes en el pensamiento del niño, y fortalecer sus buenas opiniones. Pero lo hemos enunciado al revés, porque debemos comenzar recompensando las buenas opiniones, y sólo después apartar los errores. Cuando el diálogo tiene lugar en una atmósfera de comprensión, respeto y amor, delicadeza y armonía, el niño puede reconocer más fácilmente su error. Una experiencia común a la familia —por ejemplo, comer juntos nos beneficia mucho más cuando lo hacemos en lugar limpio y tranquilo, lejos de las preocupaciones y la agitación diaria, que muchas veces nos impiden compartir en concordia, llevándonos a comer de pie, estresados, bajo presión—, puede ser transmitida a los niños. Puede que tengamos la razón y que debamos corregir la opinión errada del niño, pero cuando lo hacemos de una forma inadecuada, faltándole el respeto a su personalidad, ¿cómo podría aprehender lo que le ofrecemos, cómo podría asimilarlo? No lo hará. Al contrario, si me permiten la expresión, lo que le provocaremos será nausea, y vomitará lo que le estamos ofreciendo, precisamente porque hemos vulnerado su personalidad, faltándole al respeto. Todo esto es muy importante, sobre todo en la adolescencia, período en el que se desarrolla la capacidad intelectual del niño y su forma de juzgar las cosas; así es como él empieza a formarse una oponión sobre todos los problemas, a menudo obstinadamente, y, además, le brota un alto sentimiento de dignidad. Así las cosas, en este punto es necesario estar muy atentos y cultivar el diálogo, no solamente cuando los niños nos agitan. Nosotros hagamos posible el diálogo y animemos a nuestros hijos a expresar sus puntos de vista.

(Traducido de: Pr. Vasile Thermos, Sfaturi pentru o creştere sănătoasă a copiilor, Editura Sophia, Bucureşti, 2009)