En la casa de Dios vives en un mundo maravilloso.

Cada día puedes gozarte de todos los dones, bondades y de la grandeza de Dios, todo eso que se te da en abundancia por la naturaleza y sin que debas pagar nada.

Vives en la casa de Dios, en la Iglesia, en la comunidad de los salvados, gozándote de todos los dones de la Gracia, para tu salvación. Entonces, no titubees y, en la medida de tus posibilidades, haz el bien a tu hermano; sé bueno aún con los que te ofenden y con los que te dañan, para que puedas ser un “hijo del Altísimo” (Lucas 6, 35).

Recibe a todos con alegría en tu hogar, sabedor de que también tú vives, sin dar nada a cambio, en la casa de Dios, en esa casa de Dios espiritual y universal que es la Iglesia, misma que te prepara para la vida eterna.

Acoge con alegría y sin pedirles nada a cambio a quienes vengan a tu casa, y no olvides que también tú te alimentas diariamente de la mesa del Señor, con Sus mismísimos Cuerpo y Sangre.

(Traducido de: Sfântul Ioan din Kronstadt, Viaţa mea în Hristos, Editura Sophia, Bucureşti, 2005, p. 346)