“Cuando empecé a asistir a la iglesia, decidí frecuentar el Monasterio Óptina. En aquel tiempo, yo sufría de una grave dependencia de la nicotina.

Me confesé y, el día en el que recibí la Santa Comunión, no toqué un solo cigarrillo. ¡Me puse de rodillas y le supliqué a San Ambrosio de Óptina que me ayudara! Quería dejar de fumar definitivamente y, en cosa de unas semanas, lo conseguí.

Este mes se cumplen dos años desde que dejé de fumar. Y creo con toda el alma que las oraciones de San Ambrosio me dieron el auxilio que necesitaba para lograrlo… ¡No puedo expresar con palabras lo agradecida que estoy con él!”.

(Ekaterina N.)