Palabras de espiritualidad

“¡San David, tienes que ir a Londres!”

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¡Ah, eras tú! ¿Qué haces aquí...? Hijo, cuando el hombre envejece, ya no sabe ni lo que dice... ¡las palabras le salen así por así! No le des importancia a nada de lo que me acabas de oír decir...”

El padre Jacobo (Tsalikis) solía pedir el auxilio de los santos, y los milagros que ocurrían eran incontables... Es imposible describirlos uno a uno, porque ocurrían diariamente y el stárets no se preocupaba en escribirlos. Si los fieles le pedían que relatara algún milagro, él les contaba alguno de los más recientes. Y todos se los atribuía a San David (de Eubea), a quien el stárets tenía como mediador ante Dios, como un colaborador a quien Dios atendía sin cesar.[…]

El beato stárets estaba tan seguro de que Dios escuchaba a San David y tenía tanta familiaridad con él, que a menudo le “ordenaba” cosas y le pedía que las hiciera inmediatamente. Así, un mediodía alguien le llamó desde Londres. Una familia estaba a punto de desintegrarse, o mejor dicho, se acababa de desintegrar. Esto afectó mucho al stárets, defensor a ultranza de la santidad del matrimonio y la familia. Entonces, encendió una veladora, se puso a orar de rodillas, hizo varias paráclesis, y después corrió a la iglesia a orar ante las reliquias del Venerable David. Pero, al entrar a la iglesia no observó que en el Santo Altar estaba un monje haciendo limpieza. Se acercó al cofre con las reliquias y se arrodilló ante ellas... En ese momento, el monje que hacía limpieza le escuchó decir:

¡Ahora mismo! Por favor... ¡San David, tienes que ir a Londres! No hay tiempo que perder, porque esas personas se están destruyendo... ¡No puedes permitirlo!

El monje se quedó estupefacto, en silencio y sin atreverse a hacer el más mínimo movimiento. El padre Jacobo se incorporó, cerró el cofre con las reliquias y se alistó para salir de la iglesia. En ese instante, vio una sombra en un rincón del altar. Acercándose, reconoció al joven monje, quien permanecía inmóvil y con gesto de asombro.

¡Ah, eras tú! ¿Qué haces aquí...? Hijo, cuando el hombre envejece, ya no sabe ni lo que dice... ¡las palabras le salen así por así! No le des importancia a nada de lo que me acabas de oír decir.

Cuando alguien le pedía que le diera detalles de los milagros vividos, el stárets respondía:

Todo eso ocurre de forma espiritual, hijo... Esas son cosas puramente espirituales.

(Traducido de: Stelian Papadopulos, Fericitul Iacov Ţalikis, Stareţul Mănăstirii Cuviosului David „Bătrânul”, Editura Evanghelismos, Bucureşti, 2004, pp. 117-118)