San Gregorio Palamás y el conocimiento de Dios
Si hubiera sido de otra forma, los filósofos habrían sido capaces de conocer la verdad sobre Dios y sobre la salvación del hombre, y Cristo no habría tenido que encarnarse. No obstante, lo que sucedió fue exactamente a la inversa.
San Gregorio no tiene una doctrina especial y diferente a la de San Isaac el Sirio; sin embargo, al hablar del conocimiento de Dios, él entiende, en primer lugar, el conocimiento espiritual, es decir, ese conocimiento fundado en la visión divina (theoria). El motivo por el cual San Gregorio se dedicó a estudiar el tema del conocimiento divino fue Barlaam. Barlaam había adoptado una enseñanza occidental sobre el conocimiento de Dios. Y afirmaba que el conocimiento de Dios es un proceso racional, fruto de los conocimientos racionales sobre de Dios, producto de la filosofía. Por eso enseñaba que quienes habían adquirido el conocimiento de Dios eran, ante todo, los filósofos. Comparando a los filósofos con los apóstoles y con los profetas, Barlaam decía que los primeros eran superiores a los otros. Comparando la filosofía con la visión de la Luz no-creada, afirmaba que la filosofía es superior a la visión de Dios. Porque, como decía él, la visión de Dios es una cosa exterior, en tanto que la filosoía es un proceso interior, es decir, el fruto de la razón que nos fuera dada por Dios. Todo esto representa un gran peligro de secularización para la teología ortodoxa.
Entonces, la Iglesia habló por medio de su gran Padre, San Gregorio Palamás. San Gregorio tenía una experiencia espiritual directa, por eso decidió hablar desde esa misma experiencia sobre estos temas. Y dijo que la luz no-creada no es inferior a la razón, sino mucho más elevada que esta. Además, los apóstoles no eran inferiores a los filósofos, sino superiores, porque recibieron la verdad por medio de la Revelación de Dios y no por medio de su propia razón. Si hubiera sido de otra forma, los filósofos habrían sido capaces de conocer la verdad sobre Dios y sobre la salvación del hombre, y Cristo no habría tenido que encarnarse. No obstante, lo que sucedió fue exactamente a la inversa.
(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos Vlachos, Boala și tămăduirea sufletului în tardiția ortodoxă, Editura Sofia, p.65-66)