Palabras de espiritualidad

San Juan el Bautista acude al auxilio de un joven monje atribulado por la tentación

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Viéndose libre del agobio que le embargaba, el monje le agradeció con toda su alma a San Juan el Bautista.

El monje Lázaro Dionisiato nos relató algo que le ocurrió cuando era el administrador de la ermita. Era junio de 1919, en plena temporada de la siega. Usualmente, detrás de los segadores iban las personas encargadas de recoger y recolectar las espigas. Para realizar esta labor, cada año venían a la ermita dos mujeres, quienes, además de comer y avituallarse en el cenobio, también ayudaban a preparar los alimentos. Ese año, una de las mujeres que vino a ayudar en la recolección de las espigas era muy joven y agraciada. En ese entonces, el padre Lázaro también era joven y apenas tenía tres años de haber sido tonsurado. Con el paso de los días, la agradable personalidad de la muchacha, sumada a las flechas de la tentación enviadas por el maligno, así como la necesidad de trabajar con ella haciendo el pan, provocaron una gran congoja en el joven monje, quien empezó a sentir temor de caer en el abismo del pecado.

Entonces, buscando amparo y consuelo ante la tentación que se presentaba ante él, corrió al ícono de nuestro poderoso Protector, y, postrándose de rodillas, entre lágrimas le confesó la angustia que le tenía sometido. Y ¡oh, pronto auxilio, mi santísimo Defensor, Venerable Precursor! No habían pasado ni dos días, cuando la chica, hasta ese momento tan saludable y llena de vigor, empezó a sentirse mal y a debilitarse por razones totalmente desconocidas, de manera que a su familia no le quedó más que llevársela a casa para que pudiera recuperarse.

Viéndose libre del agobio que le embargaba, el monje le agradeció con toda su alma a San Juan el Bautista.

Este suceso no se lo contó a nadie más, ni siquiera cuando tuvo lugar; pero ahora, considerando que era el momento adecuado, decidió que era conveniente mencionarlo en este libro, para mayor gloria y veneración de San Juan el Bautista, nuestro poderoso Protector.

(Traducido de: Monahul Lazăr Dionisiatul, Povestiri dionisiate, traducere din limba greacă de Ieroschimonah Ştefan Nuţescu, Schitul Lacu – Sfântul Munte Athos, Editura Evanghelismos, Bucureşti, 2012, pp. 135-137)