Palabras de espiritualidad

San Partenio de Agapia tenía el don de la sanación y el de expulsar espíritus impuros

    • Foto. Silviu Cluci

      Foto. Silviu Cluci

Cuando el Monasterio Agapia se quedó sin padre espiritual, el venerable Partenio fue ordenado sacerdote y llegó a ser un conocido higúmeno entre los cenobios de la región.

San Partenio de Agapia († 1660)

El piadoso padre Partenio, digno de toda loa, fue discípulo de los grandes eremitas del Monte de Agapio. Asumiendo desde joven el yugo de Cristo, se hizo monje en el Monasterio de la Vieja Agapia, a comienzos del siglo XVII.  Posteriormente, lleno del temor de Dios y habiéndose habituado a la práctica de la “Oración de Jesús”, se apartó a la soledad de la “Montaña de las Sillas”.

En ese lugar, dedicándose al severo esfuerzo del ayuno y las vigilias de toda la noche, no sólo consiguió vencer todas las tentaciones del maligno, sino que también se hizo merecedor de recibir de Dios el don de la sanación y el de expulsar espíritus impuros. Y no eran pocos los enfermos de los alrededores que venían a buscarlo para recibir consuelo y salud. Tiempo después, cuando el Monasterio Agapia se quedó sin padre espiritual, el venerable Partenio fue ordenado sacerdote y llegó a ser un conocido higúmeno entre los cenobios de la región. A todos los guiaba con humildad y sabiduría, haciéndose un ejemplo a seguir, tanto para los moradores de la skete como para los ascetas que vivían en lo solitario.

En 1660, el venerable Partenio de Agapia partió a las moradas celestiales, y su cuerpo fue enterrado en el “Pomar de los Padres”. Con el tiempo, siendo honrado por los monjes y habiendo ocurrido algunos milagros ante su sepulcro, las reliquias del padre Partenio fueron llevadas a la iglesia para ser veneradas, siendo el primero en hacerlo el Metropolitano Dositeo. Algunos años después, los turcos invadieron la zona y los monjes escondieron las reliquias en algún lugar del bosque, en donde permanecen hasta el día de hoy, desconocidas para todos.

¡Santo y Venerable Partenio, iintercede ante Dios por nosotros!

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 214-215)