Palabras de espiritualidad

San Rafael de Agapia y los dones que Dios le otorgó

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Fue un gran maestro de la “Oración de Jesús” y el padre espiritual de todos los venerables eremitas.

San Rafael de Agapia (siglos XVI-XVII)

Uno de los más venerados monjes rumanos del siglo XVI, es San Rafael del Monasterio Agapia Vieja. Oriundo de Bârlad, cuando oyó hablar del gran eremita Eufrosino, renunció a las cosas del mundo y, hallándole en la montaña, le pidió ser su discípulo. Así, haciéndole monje el anciano, tanto creció el Piadoso Rafael en oración y ayuno, que pronto alcanzó el nivel de su mentor.

Luego de muchos años de vida anacoreta en la Montaña Scaunele, bajó a la ermita fundada por el Piadoso Eufrosino. Aquí, creciendo mucho más en el amor a Cristo, con vigilias de toda la noche y con oraciones fervientes, humillándose ante todos con su obediencia, se hizo digno, por parte de Dios, del don del sacerdocio y de hacer milagros. Expulsaba espíritus impuros, conocía los pensamientos de las personas y era capaz de ver lo que sucedería en el futuro. Fue un gran maestro de la “Oración de Jesús” y el padre espiritual de todos los venerables eremitas. Así, al final de su ángelico viaje en este mundo y dejando como legado un gran número de discípulos, entregó su alma en las manos del Señor. Años más tarde, cuando varios milagros comenzaron a ocurrir entre quienes venían a visitar su tumba, los monjes se llenaron del convencimiento de que Dios le había glorificado; así, abriendo la sepultura, hallaron el cuerpo entero y emanando un agradable aroma. Después lo llevaron a la iglesia, para que todos le honraran.

Cuando estas noticias llegaron a oídos del Metropolitano de Moldova, Dosofteo, este decidió ir a venerar personalmente las reliquias del Piadoso Rafael, junto con los demás miembros del clero. En el año 1686, cuando se publicó la “Vida de los Santos” en Iaşi, el mismo Metropolitano Dosofteo habría de consignar el siguiente testimonio: “También de entre los rumanos hay muchos (santos), de los cuales he conocido su vida y fervor, aunque sigan siendo ignorados para la mayoría, a excepción de Daniel de Voroneţ y Rafael de Agapia (y) he venerado sus santas reliquias...”.

Tiempo después, debido a lo hostil de las circunstancias, las reliquias de San Rafael fueron sepultadas en un lugar secreto.

¡Piadosísimo Padre Rafael, ruega por nosotros!

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 213-214)